Guillermo Cereceda

Su fallecimiento

Con el fallecimiento de Guillermo Cereceda, a los 88 años, la Ciudad despide a un profesional destacado en el campo de las Ciencias Económicas, respetado funcionario y dirigente institucional, y docente valorado por su solvencia a lo largo de su vasta trayectoria en diferentes establecimientos públicos.

Hijo de María Valenti y Alfonso Cereceda -empleado administrativo oriundo de la región española de Galicia y nacionalizado argentino-, hermano menor de Jesús Benito, Delia, Blanca, María José y Dora Leonor, Guillermo Alfonso nació en La Plata el 21 de agosto de 1922.

El barrio de 55 y 17 fue escenario de su infancia, y su escuela primaria la Nº8 de diagonal 74 entre 57 y 16; completó sus estudios secundarios en la Escuela Superior de Comercio General San Martín -de 46 entre 2 y 3-, ya radicado con su familia en las inmediaciones de plaza España, y cursó el doctorado en Ciencias Económicas en la Universidad Nacional.

Tras graduarse, se abrieron ante él los caminos del trabajo por cuenta propia y la docencia. El primero de esos senderos lo llevó a crear su estudio -que atendió en diferentes locaciones e incluso en su casa-, asesorar a numerosas empresas y desempeñarse como perito contable judicial; el segundo a dar clases de contabilidad en la Escuela Naval de Río Santiago, y de Microeconomía en la facultad de Ciencias Económicas de la UNLP.

Su paso por la función pública lo tuvo como gerente administrador de la Dirección de Energía de Buenos Aires (DEBA) -cargo con el que accedió a la jubilación- y director administrativo del Ministerio de Obras Públicas bonaerense. En el ámbito institucional, se vinculó con el Centro de Retirados de la Armada -del que fue contador- y el Círculo de los 99 -como tesorero-; también brindó su apoyo solidario, junto con sus hijos, a la Casa del Niño Encuentro.

Casado con "Pirucha" Davél desde enero de 1952, tuvo cuatro hijos -María Ester, Carlos, Guillermo y Fernando- que se prolongaron en doce nietos y cinco bisnietos cuya compañía buscaba y disfrutaba plenamente. Hincha fanático de Gimnasia y Esgrima, peronista, hacía un culto de la vida familiar en City Bell, su lugar en el mundo y su hogar durante varias décadas.

La charla cordial, amena, y el contagioso buen humor que transmitía en cada encuentro de amigos fueron también marcas distintivas, expresadas en observaciones agudas y chistes infalibles. "No te ibas a aburrir en su compañía", recordaron los suyos: "hacía que todos se sintieran cómodos".

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