Jorge Alberto Falbo

Prestigioso pediatra y merecedor tanto del respeto de sus colegas como de la gratitud de las familias de los pequeños que atendió con suma dedicación durante décadas; distinguida voz de diversos coros de la Ciudad; y portador de valiosos principios humanos, falleció, a los 88 años, Jorge Alberto Falbo.

Había nacido el 25 de enero de 1924 en La Plata y en 1943, después de recibirse en el Colegio Nacional, ingresó a la facultad de Medicina de la Universidad Nacional de La Plata. Los años de estudiante representaron, según confió Falbo en reiteradas oportunidades, los más felices de su juventud. Y es que el ámbito universitario no le significó sólo un espacio de formación profesional sino también un vehículo para desarrollarse en una de sus mayores aficiones: el humor, pues en la unidad académica integró con una particular ductilidad la legendaria trouppe “KRAQ”.

A la práctica de la medicina accedió cuando todavía estaba en la facultad. Un puesto en la Dirección de Vialidad le permitió el pase de funciones al Hospital de Niños de La Plata. Sus primeras experiencias en el ejercicio de la profesión las vivió en la sala primera de Clínica Médica, en una época en que se curaba a puro pulmón, sin las herramientas tecnológicas que vinieron con los años. Durante treinta años, hasta que se jubiló, formó parte del equipo de facultativos del antiguo centro pediátrico. Tuvo el privilegio de conocer a Sor María Ludovica, de la que siempre guardó un admirado recuerdo.

También atendió en el consultorio de su casa, en la calle 60, y fue dueño, junto a otros médicos, de la clínica Avenida.

Hombre comprometido con lo suyo, participó de manera activa en la Asociación de Médicos Jubilados de la Provincia, donde integró durante un tiempo, y con el cargo de secretario, la mesa directiva.

Además de la medicina, el canto coral constituyó para Falbo otra verdadera pasión. Bajo la órdenes del maestro Rodolfo Kubik se incorporó, en 1943, al Coro Universitario y la formación terminó siendo el puntapié inicial de una carrera que continuó a lo largo de 60 años en distintos elencos de voces masculinas.

De espíritu aventurero y con una singular curiosidad por las distintas culturas, en 1970, previo pedido de una licencia sin goce de haberes, emprendió junto a cuatro amigos un periplo de tres meses que llevó al grupo de la Patagonia a Alaska. La travesía fue reflejada tiempo después y de su propia pluma en un libro que editó bajo el título de “Memorias de un viaje extraordinario”.

Incansable y entusiasta en todo lo que emprendía, practicó la náutica y la pesca. Y como hobby, en sus horas libres y con una notable habilidad, despuntaba otra de sus actividades favoritas, la carpintería.

Falbo se casó con Aída González y fruto del matrimonio nacieron Roberto, quien al igual que su padre abrazó la medicina; Susana, odontóloga; y Julio, arquitecto. Tuvo 14 nietos y 3 bisnietos.

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