Padres, hijos, rutinas y desafíos

Por

Alejandro Castañeda

PLAN PERFECTO, de Jennifer Westfeldt.- Es una comedia romántica que tiene más de un acierto y que deambula -otra vez- entre la pareja y los hijos. La historia lanza una apuesta que en alguna medida es una prolongación de otras exploraciones románticas de una época donde el compromiso, asusta: Jason y Julie son dos amigos; deciden tener un hijo, pero no involucrarse. El plan perfecto es: acostarse una vez, criarlo juntos y continuar cada uno en su camino. Quieren ser padres, pero esquivar -dicen- todo ese difícil tránsito por el amor, el cansancio, la rutina, el divorcio. Buenos amigos, buenos padres y listo. Ellos tienen un grupo de amigos que anda por esos callejones difíciles: Ben y Missy forman una pareja fogosa que una vez que agotaron la pasión se quedaron sin nada; y Leslie y Alex, a quienes los hijos le arrebataron intimidad, tiempo y ganas. Pero claro, suele ocurrir, el pacto de Jason y Julie no se sostiene, el hijo, el amor, la confusión y los celos van complicando las cosas.

El filme aporta graciosas reflexiones sobre el matrimonio, el compromiso, la paternidad, la amistad, la rutina, el sexo y el amor. Y más allá de un comienzo algo estereotipado, con humor, tonterías y desenfado que orilla a veces el mal gusto, la comedia gana en interés a medida que este pacto perfecto va mostrando que en este terreno todo es incierto y que no hay brújula capaz de llevar a buen el falso juego del amor a distancia. Es allí donde la guionista Jennifer Westfeldt (que aquí es una buena directora y una insulsa protagonista) muestra sus mejores recursos. Los hijos mal o bien desde esta perspectiva pueden ser una bendición y un estorbo. Y la declaración final de Jason deja en claro todo lo que esa pareja ignoraba sobre su verdadero sentir. En el fondo, lo que ellos buscaban no era un hijo, sino un pretexto para poder seguir juntos y saber hasta dónde se amaban. El hijo, dice él, es el relleno de un amor que no lo necesitaba pero que acaso sin ese crío jamás se hubiera reconocido tan fuerte y sincero.

Buenos diálogos, momentos simpáticos, actores firmes, ideas interesantes y buen pulso par la comedia ayudan a redondear esta lucida propuesta. (*** ½ ).

LA PRINCESA QUE QUERIA VIVIR

VALIENTE, de Mark Andrews y Brenda Chapman.- Es de Pixar, pero mucho no se nota. Estamos tan acostumbrados a esas joyitas del genial John Lesseter (“Toy Story”, “Wall E”, “Up”) que esta vez da la impresión que el sello Disney ha hecho valer sus gustos. No está mal. Encuadres, dibujos y movimientos, deslumbran por la perfección. También la heroína es un hallazgo. Pero se extraña esa cuota de encanto, ingenio y poesía que fueron las cualidades salientes de un sello que revolucionó a puro talento el cine de animación. Aquí hay acción, embrujos, peleas, algo de humor. El tema central es que el destino lo debe hacer cada uno a despecho de mandatos y tradiciones, que cada uno debe escuchar sólo a su corazón y no medir riesgos. En el centro está una princesa pelirroja, libre y arriesgada, que es capaz de cualquier cosa con tal de desobedecer a una mami -reina, dulce y manejadora- que le está organizando un matrimonio de conveniencia. El filme carga contra el machismo de esa época: los guerreros son una manga de peleadores sin cabeza y al final será la bruja la que transformará a esa buena reina en buena madre. Una película que sabe sacarle jugo al 3D, llevadera, ágil, visualmente cautivante, pero convencional. (*** BUENA).-

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