Historias reales y recuerdos inventados

Por

Alejandro castañeda

AMIGOS INTOCABLES, Eric Toledano y Olivier Nakache.- A veces el tema es tan fuerte que acaba determinando el estilo del filme. Y esto suele pasar con estas películas que apuntan a dar lecciones de vida. El filme une a Philippe, un aristócrata parisino que ha quedado tetraplégico y Driss, un confianzudo senegalés que vive a los tironeos con su familia en una precaria vivienda pública. Philippe después de varias entrevistas, decide contratar a Driss para que lo asista en todo: es su chofer, lo viste, lo limpia, lo conversa. Driss no tiene ganas de hacerlo, pero no le queda otra. Es audaz, impertinente, caradura, pero hace todo tan bien que va ganando influencia y presencia en esa bella casona. Lo cura, lo divierte, lo atiende, lo anima, endereza a su hija y hasta le consigue compañía. El filme está lleno de trampas y golpes de efecto. Es demagógico y falsamente simpático. Termina demasiado bien, pero dicen que es una historia real. (** ½).

UNA LUCHADORA

LA FUERZA DEL AMOR, de Luc Besson.- Convencional aproximación a la intensa vida de Aung San Suu Kyi, una política birmana que encabezó durante años la lucha contra la violenta dictadura militar de su país y ganó el Nobel de la Paz. El filme tiene todos los condimentos y todas las limitaciones de esas propuestas melosas y edificantes. Hay gruesas simplificaciones a la hora de hablar de malos y buenos y al retratar la lucha pública de esta mujer valiente y también la lucha interior de esta esposa y madre que dejó a un lado su hogar para pelear por su país. Es superficial, sensiblero y pocas veces logra emocionar. Luc Besson, un hombre de buena caligrafía, confirma que la fuerza y la sugerencia no son su fuerte. Los lugares comunes y el desgano colorean tanto las luchas violentas en las calle como las luchas íntimas que se libra en el hogar de Aung. Un film quiere ser un homenaje, pero no hay caso. (** ½)

Y UN LUCHADOR

EL VENGADOR DEL FUTURO, de Len Wiseman.- Las posibilidades que ofrece la técnica son tantas, que cada vez hay menos historia y más efectos. Algo de esto sucede con esta remake de la estupenda película de Verhoeven. Ahora, con menos sorpresas y menos asunto, lo que brilla por encima de todo es el riquísimo despliegue de un filme que tiene una primera parte interesante, pero que va perdiendo vuelo por la larga y repetida sucesión de peleas y persecuciones. El cuento de Philip K. Dick es muy interesante: habla de un futuro gris y desolado y de una máquina que inyecta fantasías para que cada uno sea (¿o haya sido?) lo que quiere. Y dice -Borges lo había adelantado- que lo único que se puede modificar es el pasado. Y hacia ese ámbito se encamina este personaje que busca saber quién es a través de repensar lo que ha sido. Como siempre, el futuro que anticipa es demoledor: poder concentrado, restos de una guerra aniquiladora, corporaciones dominantes, ciudadanos maltratados, un sistema cada vez más corrupto a cargo de todo y una resistencia cada vez más frágil. Y todo en un paisaje gris, monótono, azotado por la lluvia, la desconfianza y una ciencia al servicio de los que mandan. El film se estira, pero la historia es sugerente y sigue interesando. (*** BUENA) .

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