Enrique Francisco Solsona
| 26 de Marzo de 2013 | 00:00

Hombre de la democracia, cabal militante del radicalismo, jurista y docente, Enrique Solsona supo honrar su trayectoria profesional y su paso por la función pública anteponiendo las convicciones a las conveniencias y el bien común a los privilegios. Su muerte, a los 80 años, provoca hondo pesar en los múltiples ámbitos en los que se admiró su intachable conducta, se valoró su aguda inteligencia y se apreció su perfil bajo, austero y accesible.
Hijo de Jaime Solsona y Carmen Roig, inmigrantes catalanes llegados a la Argentina en 1920, Enrique Francisco nació en San Pedro el 29 de octubre de 1932. Llegó a nuestra ciudad en sus años de adolescencia; completó sus estudios secundarios en el colegio San José y se graduó como abogado en la facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Nacional -en cuyos claustros adhirió a la agrupación reformista Unión Universitaria- tras lo que se sumó al bufete de la familia Alconada.
Junto a su hermano Arturo Mor Roig, abrazó desde muy joven el interés por la política en el Movimiento de Intransigencia y Renovación que lideraba Ricardo Balbín en el seno de la Unión Cívica Radical. Electo concejal en 1963, renunció al año siguiente para asumir como secretario general de la Dirección General de Escuelas bonaerense que conducía Francisco Latrubesse.
Desde entonces hasta el golpe de estado de 1966 que derrocó al presidente Arturo Illia y el gobernador Anselmo Marini, la repartición recuperó por ley su autonomía, en el entendimiento de que la gestión educativa debía trascender los vaivenes de otros escenarios; se inauguraron decenas de escuelas, comedores, hogares y jardines de infantes; se sumó tecnología y se jerarquizó el trabajo de los maestros.
En los años posteriores fue designado juez civil en San Martín y camarista penal en Lomas de Zamora. Presidió la Junta Electoral bonaerense, y estuvo al frente de la Cámara Penal III local hasta su jubilación; luego colaboró con el estudio platense Simoncelli-Tomatti.
Con la recuperación democrática, en marzo de 1984 integró el primer consejo académico de Ciencias Jurídicas de la UNLP. Profesor titular por concurso de la cátedra de Derecho Penal II, escribió varias obras de referencia en ese campo. En 2004 creó la cátedra libre “Dr. Ricardo Balbín”, de la que fue director, e integró la Comisión Permanente de Homenaje al emblemático líder radical.
Socio vitalicio de Universitario, afable y de filosas humoradas, el “Gordo” o “Quique” -como lo llamaban sus allegados- fue un fervoroso hincha de Estudiantes con dos hijos “triperos” a los que “perdonaba” porque, según sostenía, “la democracia está ante todo”. Casado desde inicios de los años ‘50 con Judith Caputto, tuvo cuatro hijos -Carlos Enrique, Jorge Alberto, Daniel Eduardo y Guillermo Esteban-, quienes se prolongaron en siete nietos: Martina, Camila, Marina, Tomás, Sofía, Sabrina y Nicolás.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE