Gimnasia: muy lejos del inicio
Edición Impresa | 8 de Septiembre de 2013 | 00:00
COMENTARIO
Por NICOLAS NARDINI
No le salió nada de lo planificado y un adversario de escasa riqueza técnica -punto insoslayable para dimensionar el cariz preocupante de semejante cachetazo- lo dejó con las manos vacías.
Salió dormido Gimnasia. Del otro lado no estaba un equipo que metiera miedo ni al que le sobrara potencial futbolístico. Sin embargo, en un enfrentamiento de fuerzas equilibradas en cuanto a jerarquía individual, la anemia futbolística del Lobo fue notoria. Desde el vamos, le entregó -otra vez- la pelota y el campo al rival, quedaron lejos aquellos primeros 30 minutos frenéticos que el equipo había firmado contra Rosario Central. El equipo pareció atacado por una amnesia aguda que le impidió recrear todas las cosas buenas que hizo en el primer tramo del certamen.
Nunca se supo a qué quería jugar Gimnasia. Rafaela le plantó una línea de tres bastante lenta, pero extrañamente el Lobo, en lugar de abrir la cancha por afuera y lastimar ese dispositivo táctico, tuvo a sus dos carrileros muy cerrados y, en el caso de García, una vez más peleado con la pelota.
Fue preocupante, en ese olvidable primer acto, ver a los albiazules sin animarse a tomar la iniciativa ni siquiera por empuje. Sin fútbol desde hace rato, los de Troglio carecieron hasta de rebeldía para cambiar un cuadro de situación cuanto menos por actitud.
El mediocampo no generó nada. El volumen de juego volvió a brillar por su ausencia. Sin triangulación, los delanteros fueron espectadores por largos pasajes del trámite. Para colmo, ganado por el desespero, cuando apeló al pelotazo, Federico Rasic no pudo imponer su envergadura física y perdió una y otra vez en el duelo aéreo.
La desventaja tempranera, en una mezcla de mérito del rival con impericia defensiva propia, no hizo más que poner en evidencia la endeblez albiazul. Depetris quebró a un equipo que estaba parado en la cancha.
NO MEJORO NI CON EL 4-3-3
Con una actitud más incisiva, aunque desprovista de claridad con la pelota, los mens sana procuraron cambiar la preocupante imagen del primer tiempo desde el inicio mismo de la parte final. Pero con el correr de los minutos la actitud pasiva de la primera parte mutó en una un tanto más activa en la segunda, aunque el tronco del problema siguió sin solución: el fútbol nunca apareció.
Sobre los 24, el DT cambió nombres y diseño. Pasó al módulo 4-3-3, con Díaz como lateral derecho, más la defensa que inició el juego y un mediocampo de cierto atrevimiento ofensivo en los papeles, que no fue tal en el césped. Meza, por derecha, Mussis como único volante de marca y Nacho Fernández por la izquierda. Todo eso con tres puntas netos arriba: Pereyra, Rasic y Borghello.
Pero la intención que partió desde el banco, con el despliegue de la artillería más osada posible, no tuvo correlato en el campo. Rafaela se cerró con astucia y la pelota empezó a ir más por el aire que por abajo. Los pelotazos frontales fueron balas de fogueo, porque llegaban anunciados y ante un adversario que estaba parapetado esperando que le hicieran el favor de recorrer esa vía.
En el final, ya con el partido roto, llegó la contra bien manejada por Vera tras un regalo de Fernández, para el segundo de Rodales y, tras cartón, la reacción estéril de Pereyra para descontar. Consuelo, al menos en lo personal, para un Gordo que fue el único que fabricó los escasos momentos de fútbol del equipo.
Perdió una batalla importante contra un rival directo. Debe sobreponerse rápido porque la pelea es larga, pero no da tiempo para seguir dilapidando todo lo bueno hecho en el arranque del torneo.
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