Hasta siempre, Chapulín Colorado

En vez de ser un hombre murciélago o un extraterrestre con superpoderes, el Chapulín Colorado no es más que un insecto que se come en tacos en el sur de México, y cuyo máximo poder es el de dar saltos. Esto, en la imaginación de Roberto Gómez Bolaños, fue más que suficiente para emprender innumerables aventuras.

Quizá uno de los motivos más importantes para adorarlo es que era un héroe sin una gran musculatura, falible, torpe, al que le salen las cosas por pura “chiripa”, pero con un gran corazón y desinteresado al ayudar a quienes lo necesitaban.

Bastaba con decir “¡Oh! ¿Y ahora quién podrá defendernos?” para que apareciera, y a lo largo de sus intervenciones eran infaltables frases como “no contaban con mi astucia”, “síganme los buenos”, “lo sospeché desde un principio” y “que no panda el cúnico”.

Sus zapatos tenis, sus antenas saltarinas, sus mallas rojas y su poderoso “chipote chillón” eran todo lo que necesitaba para vencer a los villanos.

Si bien El Chavo se ganó el corazón de millones, el Chapulín demostró que se puede ser valiente y quedó inmortalizado como un héroe popular.

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