Conmocionados por el horror, en Pakistán enfrentan a los talibanes

Reimplantan la pena capital para los terroristas. Dolor por la muerte de chicos

Pakistán amaneció de luto tras la muerte de 132 alumnos por un ataque de insurgentes talibanes que irrumpieron a los tiros y con granadas en una escuela en Peshawar (noroeste del país), en un hecho que conmocionó al mundo y llevó al gobierno a reimplantar la pena de muerte “en casos de terrorismo” y a reafirmar su promesa de guerra contra la insurgencia talibán.

Los paquistaníes aguardaban una respuesta del gobierno ante la espiral de violencia desatada en los últimos años en el país, que se ha convertido en refugio seguro para los grupos vinculados a la red fundamentalista Al Qaeda. Ante la expectativa, el primer ministro, Nawaz Sharif -acusado de “blando” frente al avance yihadista- anunció tres días de duelo y reimplantó la pena de muerte en respuesta a la masacre en la que además murieron nueve profesores y los siete atacantes talibanes. Así, los extremistas no estarán amparados por la medida que desde 2008 mantiene las ejecuciones en suspenso.

“Hemos resuelto que las operaciones continuarán hasta exterminar a los terroristas”, dijo el primer ministro al anunciar un encuentro con las autoridades de Afganistán para discutir una posible operación conjunta contra el terrorismo en la frontera que comparten.

Los talibanes paquistaníes (que buscan derribar al gobierno) son aliados de los talibanes afganos y de Al Qaeda, entre otros grupos insurgentes, y Pakistán ha acusado a Kabul de no hacer lo suficiente para eliminar sus bases terroristas. Afganistán, por su parte, acusa a Pakistán de permitir que los insurgentes operen libremente en su territorio.

En Islamabad, pese a un escenario político dividido, la conmoción por las muertes y los funerales de las víctimas permitió unificar posturas entre los miembros de los diferentes partidos. La escuela militar de Peshawar amaneció desierta de estudiantes pero rodeada de vehículos militares, soldados enmascarados y de francotiradores apostados en los techos. Manchas de sangre en el suelo, paredes destruidas por los disparos, mochilas abandonadas y sillas rotas constituyen el paisaje de la muerte que el martes sorprendió a 132 estudiantes de primaria y secundaria.

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