Dos clubes vuelven a asomar a la superficie gracias a socios y vecinos

El Aconcagua acaba de inaugurar una sala de lectura en su biblioteca "Juan Vucetich". Y la Casa de la Empleada habilitó un nuevo espacio dedicado a la informática. Son sobrevivientes de una situación económica que parecía insalvable

Sobrevivientes de una situación económica que parecía insalvable, dos entidades sin fines de lucro de la Región comenzaron a dar muestras de repuntar de la crisis.

Merced a la decisión de socios y vecinos que en ambos casos se abocaron a un esfuerzo denodado para la recuperación, el club Aconcagua acaba de inaugurar una sala de lectura en su biblioteca “Juan Vucetich” y la Casa de la Empleada habilitó en estos días un nuevo espacio dedicado a la informática.

En homenaje al primer bibliotecario que atendió durante más de una década -y “ad honorem”- la biblioteca del club, el Aconcagua inauguró la sala de lectura “Espartaco Quintans” durante un acto en el que participaron familiares del antiguo colaborador, dirigentes de la entidad, socios y funcionarios comunales.

Este nuevo ámbito de la institución de 69 entre 4 y 5 cuenta con iluminación natural y artificial, calefacción, servicio de computación y media docena de mesas de trabajo para los usuarios.

En 2007 Aconcagua pareció tocar fondo. Muchas de sus actividades, incluida la que desarrolla la biblioteca, habían caído en una suerte de abandono.

El espacio educativo cuenta con un patrimonio bibliográfico de más de 10.000 volúmenes, algunos de los cuales son considerados invalorables, como libros vinculados a la Fundación de La Plata, el Congreso de Tucumán, Manuel Belgrano y Bartolomé Mitre, entre otros.

La Casa de la Empleada “Monseñor De Andrea”, que también sufrió los embates de una crisis pero dos años atrás, estuvo de estreno. En su sede de 44 entre 3 y 4, se inauguró la sala de informática con la presencia de quienes trabajan para sacar adelante la entidad, como la directora del Colegio Misericordia, Alicia Zeballos; el presidente de la Universidad del Este, Carlos Orazi; el profedor Facundo Rivera y la vicepresidenta de la institución, Blanca Lagomarcino.

Para salvar a la institución creada en 1937 vecinos y socios se mantuvieron movilizados con distintas actividades especialmente programadas para recaudar fondos y así tratar de salir de la crisis.

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