Padres y docentes tratan de salvar la Casa del Niño Arco Iris, en Villa Elisa

Mantienen abierto el comedor “a pulmón”, frente a la crisis que atraviesan por la interrupción del financiamiento estatal. Además organizaron una concurrida asamblea en la que decidieron implementar un plan de lucha que comenzaría en los próximos días

Foto: Archivo

Padres y docentes de la Casa del Niño Arco Iris de Villa Elisa, que mantienen abierto su comedor “a pulmón”, de manera precaria y con sus propios medios, protagonizaron una concurrida asamblea en la que decidieron implementar un plan de lucha que comenzaría en los próximos días, frente a la crisis que atraviesan por la interrupción del financiamiento estatal.

Del encuentro participaron familias de los barrios El Progreso y La Fortaleza, que actualmente le aportan la mayor cantidad de chicos al hogar creado hace treinta años en 423 bis entre 12 y 13, donde reciben contención a contraturno de sus actividades escolares.

A principios de este mes, la falta de pago de las becas que aporta la Provincia -quince pesos por persona, por día- obligó al cierre de los talleres. El comedor sigue en pie, en buena parte porque los seis trabajadores que lo atienden habitualmente se van rotando para concurrir, y son ayudados por un grupo de madres.

“Llevamos cinco meses de atraso en los haberes” subraya Patricio Andrés, operador y gestor institucional del hogar: “Estamos haciendo el máximo esfuerzo para mantener habilitada la asistencia alimentaria, con la ayuda de la comunidad”.

“Vamos a reclamar al ministerio de Desarrollo Social, y manifiestan buena voluntad pero dicen que el giro depende de otra repartición...” repasa Andrés: “y así sucesivamente, por lo que ya no sabemos a quién recurrir”.

“No sólo tienen que pagar diciembre, aguinaldo, enero, febrero y pronto marzo, sino actualizar el monto, porque quince pesos por día está de más aclarar que es poco”, destacó María José Sosa, madre de cuatro chicos que concurren al Arco Iris y colaboradora voluntaria en estos tiempos de escasez.

“Tratamos de devolverle al hogar lo que el hogar nos dio, y no dejarlo caer” dice Sosa: “cada madre aporta lo que puede. En mi caso, perdí trabajos por el cambio de rutinas y horarios. Y es un riesgo que algunos chicos se queden solos en las casas por el temor de las mamás a quedarse en la calle”.

Las actividades están divididas en dos turnos: los chicos que tienen entre 2 y 12 años y van a la escuela a la mañana, asisten de 13 a 16:30, y los que van a la tarde, de 8 a 12:30. En ese tiempo participan de talleres de plástica, lectura y reciben apoyo escolar cuando lo necesitan.

El aporte estatal permite alimentar a los niños y pagar los sueldos de los profesores, de la coordinadora y de una cocinera

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