Un siglo de Bioy

A Bioy parece perseguirlo siempre la sombra de algún otro grande. Para hacerle eso, justamente: algo de sombra. Pese a ser el autor de una narrativa contundente y original, de voz propia, su vida transcurrió siempre al calor -y ensombrecido, claro- por la figura estelar de Jorge Luis Borges. Ahora, en el aniversario de su nacimiento, la fecha coincide -días más, días menos- con otro centenario repetido hasta el vértigo: el de Julio Cortázar. Coincidencias del almanaque, a Bioy parece tocarle el segundo plano a la hora de los reconocimientos y recuerdos. Un plano que no debería obviar lo más importante: Bioy Casares -y sus títulos imprescindibles, como “La Invención de Morel”, “El sueño de los héroes” o “Dormir al sol”- fue un verdadero maestro de nuestra literatura. Un caballero de las letras.

Nació el 15 de setiembre de 1914 en la alcurnia de una familia de estancieros. A los 11 años escribió su primera novela, “Iris y Margarita” -plagio de “Petit Bob” de Gyp-, para una prima de la que estaba enamorado. En 1932 conoció, en casa de Victoria Ocampo, a quien será su amigo y colaborador: Jorge Luis Borges y, dos años más tarde, a Silvina Ocampo, quien junto a Borges lo convenció de abandonar los estudios y dedicarse exclusivamente a escribir, y con quien se casó en 1940. Bioy y Borges formaron por años un formidable dúo creativo que produjo obras como “Un modelo para la muerte”, “Libro del Cielo y del Infierno” y “las Crónicas de Bustos Domecq”, la mayoría de las cuales fueron firmadas con el seudónimo común de H. Bustos Domecq.

Considerado por Borges como uno de los mayores escritores argentinos de ficción, Bioy Casares es dueño de una vasta obra en donde la fantasía y la realidad se superponen con una armonía magistral. La impecable construcción de sus relatos es, quizá, la característica que con mayor frecuencia ha destacado la crítica con respecto a su obra. Murió en la ciudad de Buenos Aires el 8 de marzo de 1999.

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