El náufrago del “Che Lobizón” cuenta su odisea

Recién llegado al país, el navegante platense rescatado en el Atlántico relató cómo perdió su barco

En septiembre pasado, Jorge Iza (63) partía desde el Club Regatas La Plata con el propósito de cumplir un viejo sueño: emular la hazaña del legendario navegante argentino Vito Dumas dando la vuelta al mundo en solitario en su velero, el “Che Lobizón”. Sin embargo, tras un mes de navegación, un temporal en medio del Atlántico lo dejaba sin mástil obligándolo a pedir auxilio. Rescatado por un buque mercante, estuvo un mes embarcado con una tripulación de hindúes y filipinos hasta que pudo regresar al país. Recién llegado a La Plata, el “Vasco”, como lo conocen sus amigos, contó ayer su odisea, una aventura que pese a todo anhela poder reintentar alguna vez.

“No era una locura, era algo que soñaba desde el año 1984. No lo pude hacer antes porque tengo tres hijas, tenía obligaciones de padre y había que trabajar. Me jubilé para cumplir este sueño y compré el barco que consideré que era el adecuado”, explicó ayer Iza en el programa “Todo x La Plata” de FM La Redonda al relatar una aventura en la que invirtió todos sus ahorros y casi le costó la vida.

Como su admirado Vito Dumas, Iza, -cuya mayor experiencia náutica hasta entonces era una navegación costera a Brasil- planeaba dar la vuelta al globo por la ruta que se conoce como la de los “40 Bramadores”, la latitud que pasa a la altura de Bahía Blanca, donde el viento sopla a 60 kilómetros por hora al menos una cuarta parte del mes y suelen producirse olas descomunales. Tales fueron las condiciones que pusieron en jaque a su barco a mediados de octubre pasado, un mes después de partir. Pero los problemas habían empezado mucho antes.

“Ya al noveno día de navegar corté una burda (un cable que sostiene el mástil hacia atrás), la reparé y seguí, y a los dos días corté la otra, que también pude reparar. Semanas más tarde, navegaba con la trinquetilla sola, una vela muy pequeña, cuando me fui a dormir y me desperté al notar que el barco iba mal. Se había cortado el stay, el cable que sostiene la vela, y ésta estaba bañándose en el mar. En ese momento decidí pegar la vuelta porque me di cuenta de que la jarcia (el conjunto de cables que sujetan el palo) no iba a resistir”, relató Iza, quien iba ya en camino de vuelta cuando, a unos 2 mil kilómetros de Montevideo, se desató un temporal.

“Cuando al primer día del temporal se cortaron los obenques, supe que era cuestión de tiempo para que el palo se cayera. Me contacté entones con mi hija y mi sobrino (mediante un sistema satelital) y les pedí que dieran el alerta porque había quedado a la deriva. Ellos dieron el aviso a la agencia de búsqueda y rescate de Argentina (SAR), que a su vez se contactó con el Dubai Glamour, un buque tanque que iba desde Punta Arenas al Congo, y se encontraba a unas 300 millas de mi posición”.

“Soplaban 45 nudos de viento y había olas de 7 metros, el buque no podía acercarse a mí sin ponerme en riesgo, así que tuve que acercarme yo a motor. Me tiraron una escala y en cuanto estuve cerca, salté y me agarré con uñas y dientes. A mi barco no lo vi más. Supongo que se hundió, porque le estaba entrando mucha agua cuando lo dejé”, contó el capitán del Che Lobizón.

Su aventura, sin embargo, no iba a terminar ahí. A pesar de la solidaridad con que lo recibieron en el buque, Jorge debió enfrentar un difícil momento días más tarde cuando, al arribar al Congo, las autoridades de ese país no le permitieron descender porque no tenía visa, y el capitán puso a votación entre su gente la decisión de seguir alojándolo o dejarlo allí. “Por suerte todos votaron a favor y volví a cruzar el Atlántico con ellos hasta Trinidad y Tobago, donde me bajé”, relató Jorge.

¿Si volvería a intentarlo? “Claro, si consigo un sponsor porque ya no tengo barco -dice-. Hoy estoy más convencido que nunca: antes pensaba que podía hacerlo, ahora sé que puedo. Si la jarcia hubiera aguantado, hoy estaría ahí”.

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