Al ritmo de la transición

Fue una semana “de transición”. El triunfo de Mauricio Macri en el ballotage del domingo pasado dominó, por supuesto, todas las conversaciones.

En Argentina todo transcurre a tal velocidad que ya parece que el ballotage hubiera sido hace un mes. Pero pasaron apenas siete días. Eso sí: en estos siete días empezó a despuntar un nuevo ciclo histórico. No es poco para tan breve lapso.

La foto de la semana fue, curiosamente, la que no existió. El Presidente electo visitó en Olivos a la Presidenta saliente. Pero nadie pudo registrar ese momento histórico. Cuesta entender por qué.

Por supuesto que la reserva del encuentro está fuera de discusión y es lógico que no conversen delante de los periodistas y los camarógrafos. ¿Pero que no haya foto del saludo? Otra extrañeza para un país en el que, muchas veces, la “normalidad” parece lo raro y lo excepcional.

Otra cosa fue en la Provincia. La foto de Daniel Scioli y María Eugenia Vidal vino a cubrir, de alguna forma, el hueco que había quedado el día anterior. Fue la foto de esa transición “normal” que el país, en definitiva, espera.

Hubo otras “fotos” traumáticas en la semana. Una la aportó la Cámara de Diputados, que a los apurones y en medio de un escándalo aprobó casi cien proyectos de ley unos pocos días antes del recambio legislativo. La imagen del festejo del bloque oficialista, que festejó haber alcanzado el quórum como si hubiera metido un gol de media cancha, se convirtió en la postal de una retirada desordenada. Nadie discute, por supuesto, la legitimidad de un legislador hasta el minuto final de su mandato. Pero hay códigos y procedimientos que reconoce cualquier convivencia democrática. Y que acá parecen haber brillado por su ausencia.

La designación de los nuevos ministros nacionales aportó, mientras tanto, una gigantografìa de “fotos carné”. Son 22 (con el jefe de Gabinete) y hay muchos desconocidos para la opinión pública. ¿Eso es bueno o es malo? Ni una cosa ni la otra, necesariamente.

Para la mayoría de los argentinos, el nombre de Susana Malcorra, por ejemplo, dice poco y nada. Pero los datos de su biografía son impactantes: ocupa, hasta ahora mismo, uno de los espacios de mayor poder e influencia dentro de las Naciones Unidas. Con formación de ingeniera electrónica, fue -antes de su desembarco en la ONU- alta ejecutiva de IBM y de Telecom. De esta última empresa llegó a ser la máxima autoridad en Argentina.

Malcorra es, de alguna forma, el símbolo del perfil que tiene el nuevo elenco gubernamental.

Pero hubo, en torno al gabinete, una sorpresa de otro tenor. La decisión de Ernesto Sanz de rechazar el ministerio de Justicia para refugiarse en sus nietos y su chacra fue un trago difícil de digerir para el próximo oficialismo. Nadie en el gabinete parece tener la consistencia política que iba a aportar Sanz.

En el anuncio de los ministros hubo otros datos llamativos. Patricia Bullrich (Seguridad) no figuraba en los pronósticos. Y la continuidad de Lino Barañao en Ciencia también sorprendió. En la Universidad de La Plata, que se había embanderado contra Macri en una declaración que advertía sobre el “riesgo de un retroceso para la educación y la ciencia”, muchos están esperando explicaciones.

Pero quizá lo más curioso (o ridículo) de la semana estuvo en la web: “No viaje a Córdoba”. Un pedido de militantes K.

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