Cierra La Aguada y deja 77 años de historia en el centro platense
| 30 de Noviembre de 2015 | 02:00

Quince años atrás, en plena incubación de la severa crisis económica y social que padeció el país, un grupo de mozos y cocineros platenses dio un paso al frente y evitó la desaparición del emblemático restaurante La Aguada tomando sus riendas en plan cooperativo. Ahora, los viejos fantasmas vuelven a rondar el salón de 50 entre 7 y 8, esta vez, parece, para arrumbarlo definitivamente en el túnel del tiempo. Dificultades financieras y un juicio de desalojo le pondrán punto final a una saga de siete décadas y media de tertulias, encuentros y anécdotas en torno a generosos platos de cocina clásica y suculentas minutas.
Los propios trabajadores admiten que la suerte está virtualmente echada, pero pretenden cerrar la historia con un epílogo digno de su batalla de tres lustros por mantener activa su fuente laboral: no pasar las inminentes fiestas de Navidad y Año Nuevo como desocupados. Por eso, pidieron a la Justicia que postergara la ejecución de la sentencia de expulsión, prevista para mañana. De no serles concedida esa solicitud, hoy será el último día.
Fundada el 16 de junio de 1938 -en rigor, comenzó en un salón de la vereda de enfrente y al poco tiempo se cruzó a su ubicación histórica-, La Aguada supo ser un punto de referencia por el que pasaron dirigentes y profesionales locales, figuras del deporte y el espectáculo, e incontables diputados y senadores bonaerenses provenientes de la vecina Legislatura, todos atraídos por su impronta sin lujos pero con precios razonables y porciones abundantes.
PLATOS CLASICOS
Los platenses más memoriosos recuerdan que, durante muchos años, fue sinónimo de excelencia en “marineras”, bifes de chorizo, supremas Maryland, saltimbocca, filetes a la romana, y sobre todo las milanesas de ternera con “papas soufflé”, un verdadero y siempre tentador caballito de batalla.
Sin embargo, a pesar de que una clientela fiel siguió visitando periódicamente el local -enclavado en un lote de 600 metros cuadrados-, el signo de los tiempos (avance de nuevas modalidades como tenedores libres, “chinos”, pizzerías y restobares) hizo que quedara lentamente fuera de foco. La acción cooperativa le permitió una supervivencia de tres lustros y la chance de dejar su sello en el siglo XXI; pero los números ya no cierran.
“Siempre vivimos al día, y ahora ya no hay margen; esto es como nuestra segunda casa y resulta complicado entender que no va a existir más, pero es lo que hay” admite Alfredo Almeyda, quien suele señalar que “llegué a La Aguada por un rato y me quedé casi cincuenta años”.
Alfredo desembarcó cuando promediaba 1969, y fue testigo de lo que describe como una “edad de oro” de los restaurantes tradicionales: “Lugares como Teutonia, Abruzzese, Las Malvinas, La Estancia, trabajaban a salón lleno, y también nosotros. Pero este presente no es casualidad, a casi todos los históricos les va llegando, sólo basta ver el cierre de El Parlamento, hace poco, acá nomás”
Almeyda recuerda haber atendido a personalidades como René Favaloro o José María Mainetti, y también a estudiantes universitarios que tres recibir su mensualidad se daban el gusto de comer afuera, rico y abundante. A periodistas, empresarios y dirigentes de toda laya. En los mejores tiempos, se habilitaba como anexo un espacio en el subsuelo, ideal para reuniones políticas en tiempos agitados.
Reticentes a hacer público su pesar por la despedida, los protagonistas de la historia -diez socios y cuatro empleados- apuntan a operar el restaurante hasta enero de 2016. Y barajan la idea de hacer un almuerzo y una cena de despedida para esos parroquianos que los acompañan desde siempre.
“Hay quienes vinieron por primera vez siendo novios y ahora son bisabuelos” destaca Almeyda: “hay clientes de más de noventa años, y otros que nunca cenan acá pero pasan religiosamente a buscar la vianda a la misma hora, cuando salen del trabajo. Acá se entabla una relación con el cliente, muchos pasan a ser amigos de la casa, eso también se va a extrañar”.
ESCENCIA COOPERATIVA
En marzo de 2001, meses antes del crack que sobrevendría ese diciembre, a La Aguada le llegó lo que parecía el final. Sus propietarios, en mora con los aportes sociales y tributarios, bajaron las persianas y les echaron candado, y así las encontraron un día los mozos y el personal de cocina cuando se presentaron a trabajar.
Para no quedarse con los brazos cruzados, decidieron formar una cooperativa con quince integrantes, aunque con el rótulo legal de sociedad de responsabilidad limitada (SRL) que les permitió conservar los beneficios de la obra social sindical. Además, acordaron pagar a los dueños un canon mensual a modo de alquiler, por debajo de los valores de mercado.
Por falta de financiación, esa cuota mensual no se paga desde hace un año, cuando ascendía a 40 mil pesos. Esto disparó un juicio de desalojo por parte de los dueños del edificio, quienes, se indicó, acaban de lograr una sentencia firme favorable.
“Venían insinuando que querían recuperar el local hace rato, y ahora les salió la orden de desalojo, con último plazo para el primer día de diciembre” revelan desde el entorno de los trabajadores: “ellos no tienen pensado resistirla, pero en virtud de que es la única fuente de ingresos con la que cuentan para ellos y sus familias, quieren al menos no pasar las fiestas como desocupados”.
“Los socios son diez muchachos veteranos que trabajan a conciencia y hacen de todo” subrayaron las fuentes: “se hizo una petición ante el juzgado en lo Civil Nº21 a cargo de Héctor Luján Iacomini para que considere y contemple una postergación del desalojo. Sólo resta esperar; están dispuestos a acatar lo que el juez determine”.
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