El tránsito espera una nueva cultura de la seguridad que incluya a los peatones

Basta con una mirada a las calles platenses para comprender que la indisciplina y falta de educación de muchos conductores de automóviles, motocicletas, ómnibus y camiones de reparto son los rasgos dominantes de un tránsito anarquizado. Al imperar la ley de la selva, los más grandes no respetan a los más chicos e imponen su fortaleza y, en este combate diario, el peatón aparece como la víctima.

Sin embargo, en no pocas oportunidades el peatón se convierte en un actor más del caos que, en buena medida, caracteriza al tránsito urbano. A su desconocimiento de las leyes vigentes o, en otros casos, a la resistencia que opone para cumplir esas normas, se suma en la actualidad el uso por parte de los transeúntes de auriculares o la costumbre de enviar mensajes por sus celulares. Se trata de instancias que, por el estado de distracción con que se desplazan, agravan potencialmente todas las situaciones que pueden presentarse.

Un informe publicado en este diario puso de relieve las múltiples transgresiones que cometen. Peatones que no respetan el imperio de los semáforos, que cruzan por la mitad de la cuadra, que esquivan vehículos en forma peligrosa para su integridad física son algunas de las faltas que cometen.

Desde el área de Control Urbano de la Comuna señalaron que se trabaja en un proyecto que incorporaría, en el examen para sacar la licencia de conducir, un ítem vinculado al comportamiento del peatón, para lo cual se impulsaría una campaña educativa. En ese sentido, un especialista en Seguridad Vial, consideró que es necesario enseñar la reglas peatonales desde el preescolar y continuar en esa tarea hasta el secundario.

Aludió, asimismo, a un dato que resulta significativo, consistente en que un solo artículo del Código de Tránsito trata la cuestión de los peatones, limitándose a establecer que deben cruzar las calles por las sendas peatonales y, si estas faltan, por las esquinas.

Además de los operativos de control que debieran acentuarse, lo importante es generar conductas que permitan desarraigar viejos hábitos -muy fuertes- y asumir derechos pero también deberes concernientes a la vida cotidiana.

La seguridad vial es un problema de todos, no sólo de las autoridades ni tampoco de una parte, llámese automovilista, transeúnte o funcionario de control. Y en tal sentido debe profundizarse el respeto por fórmulas no sólo impuestas por la ley sino, y en particular, determinadas por las necesidades de la convivencia.

Lo que no constituye ningún misterio, pues otras sociedades lo han logrado y sobre la simple base de la educación, esto es en función de una prédica continua en todos los ámbitos y, por supuesto, mediante sanciones efectivas por aquello de que la letra con sangre entra.

Si no se puede lograr, como comunidad, que se cruce correctamente de una vereda a otra, ¿qué puede esperarse en relación a situaciones de mediana o alta complejidad social? Las calles y rutas parecen vivir en un estado de endémico relajamiento de toda disciplina. Los peatones y conductores siguen rigiéndose por un mal entendido libre albedrío, fijándose cada uno reglas “propias” de tránsito. Es de esperar que se ponga énfasis en crear una nueva cultura de la seguridad, basada en el respeto a los demás. En esa cuestión está involucrada la vida de las personas y la mejor convivencia de la sociedad.

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