Brasil, un gigante que ahora se achica

Por ALBA SANTANDREU (*)

Hasta 2013, las apuestas de la economía mundial estaban centradas en Brasil. La expansión económica, el aumento de la clase media y los eventos deportivos habían engrandecido, aún más, al país. Ahora, una década después de su despegue, parece que el gigante comienza a encogerse.

En 2009, cuando la crisis internacional golpeaba con fuerza a Europa y EE UU, Brasil se presentó al mundo como un titán gracias al dinamismo de su economía doméstica, basado en la expansión del crédito, las exenciones fiscales para la compra de productos en algunos sectores y la reducción de aportes patronales con el gasto de los salarios.

Además, la elección de Brasil como sede del Mundial de fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 crearon expectativas en torno al país latinoamericano, que llegó a crecer un 7,6% en 2010, durante el segundo mandato del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Sin embargo, con la llegada de la presidenta Dilma Rousseff al poder, la economía nacional sólo se expandió un 3,9% en 2011, 1% en 2012, 2,3% en 2013 y es posible que cierre 2014 y 2015 en números rojos, según las últimas proyecciones. Las cifras del PBI de 2010 y 2011, que inicialmente eran de un crecimiento del 7,5% y 2,7% respectivamente, fueron ajustadas hace poco bajo los nuevos parámetros de contabilidad aplicados por el estatal Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).

Además del estancamiento de la economía, las cuentas públicas registraron un déficit histórico el año pasado, la tasa básica de interés fue subida a su mayor nivel en seis años (12,75%), la inflación interanual llegó al 7,7 -la mayor en la última década- y el real se depreció más de 20% desde inicios de 2015.

Para el economista de la universidad Fundación Getulio Vargas (FGV), Andrè Nassif, el debilitamiento de la economía brasileña en los últimos meses no puede atribuirse a la crisis internacional, como argumenta Rousseff, sino que tiene “su origen en el ámbito doméstico”. Según el experto, desde 2012 la inversión privada fue insuficiente y la tasa de crecimiento del gasto público fue superior a la de variación del PBI, lo que aumentó la deuda bruta y disminuyó la confianza privada.

Esta visión es compartida por el economista de la Universidad de San Pablo (USP) Paulo Feldmann, quien subrayó que durante la época de “vacas gordas” los empresarios brasileños no fueron estimulados a invertir, la infraestructura empeoró cada vez más y el auge de las materias primas provocó una entrada importante de dólares y una fuerte apreciación del real. A su juicio, este conjunto de factores “quebró” la industria brasileña y el país pasó a depender únicamente de las commodities (materias primas), comprometiendo así su economía.

La delicada situación de Brasil se remonta a fines de 2014, pero se ahondó con el segundo mandato de Dilma, desde el pasado 1 de enero, tras agravarse el escándalo de corrupción de la estatal Petrobras y la crisis política en el país. La fragmentación de la base aliada de Rousseff en el Congreso puede dificultar la aprobación del ajuste fiscal propuesto por el Gobierno para bajar los gastos y sanear las cuentas públicas, lo que complicaría todavía más la ya debilitada economía.

Según una encuesta de la FGV, sólo un 27% de las empresas está dispuesta a elevar sus inversiones en los próximos 12 meses, el menor porcentaje desde 2012; mientras, la confianza del consumidor, motor de la economía en los últimos años, está en mínimos históricos. No obstante, la agencia calificadora de riesgos Standards & Poor’s dio la semana pasada una muestra de confianza a Brasil al mantener su calificación de riesgo como segura para la inversión. S&P consideró que la senda de ajuste fiscal seguida por Rousseff ayudará a enderezar la economía del país, la cual, según su pronóstico, retomará el vuelo en 2016.

(*) Columnista de EFE

Dilma Rousseff
EE UU
Fundación Getulio Vargas
Instituto Brasileño
JJ OO
Luiz Inácio Lula
San Pablo

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