Crece una alternativa informal para practicar idiomas con extranjeros

Jóvenes de todo el mundo se reúnen una vez por semana en un bar para charlar y hacer amigos con gente de la Ciudad

Acodada en la barra de El Refugio, Ellen, una holandesa de 24 años, le cuenta a Diego, que es platense y piensa viajar este año a Europa, sobre lugares para alojarse en Amsterdam; mientras un poco más allá, Ana Luisa, que llegó desde Curitiba para estudiar Medicina, conversa con dos chicos colombianos en portugués. Cada martes a la noche esa cervecería de la diagonal 74 adquiere una atmósfera tan cosmopolita que por momentos se tiene la sensación de estar en otro país. Esa es precisamente la idea de la propuesta: generar un espacio donde practicar diversos idiomas con hablantes nativos de una manera distendida e informal.

La experiencia -que comenzó hace unos años en Buenos Aires y se ha expandido ya por Alemania, Australia, Gran Bretaña y Canadá- parece haber encontrado en La Plata un ambiente ideal. Y es que “al hecho de que muchos platenses hablan un segundo idioma se le suma la gran cantidad de extranjeros que vienen a estudiar a la Universidad”, explica Pamela, una de las coordinadoras de los encuentros.

De hecho, “cerca de un tercio de los asistentes son extranjeros: tenemos gente de Estados Unidos, Inglaterra, Méjico, Holanda, Colombia, Venezuela, España y hasta han venido de Japón. Y si bien el idioma que más se habla es el inglés, también suelen generarse grupos en portugués, italiano, alemán y francés”, explica Pamela, que tomó contacto con la experiencia de Mundo Lingo en un bar porteño y decidió trasladarla a nuestra ciudad.

Gratuita y abierta a cualquiera que quiera practicar una segunda lengua o realizar una experiencia de intercambio cultural, la propuesta -que tiene lugar cada martes a partir de las 20 en ese local de la diagonal 74 entre 16 y 17- es muy sencilla: al ingresar al bar uno recibe un adhesivo con la bandera que identifica a su lengua nativa, debajo de la cual puede poner tantas otras como idiomas sea capaz de hablar. Pero nadie está obligado conversar si no quiere: hacerlo o no depende de cada quien.

“Las primeras veces que vine no me animaba a charlar con nadie porque no me sentía segura, pero después me di cuenta de que no hacía falta hablar a la perfección para largarse, sino simplemente tener ganas de compartir”, cuenta Cecilia, una maestra jardinera de 28 años que aprendió inglés de chica pero reconoce que todavía no llega a hablarlo con fluidez.

“No hay grupos armados ni ninguna dinámica en especial -comenta Pamela-: uno simplemente se acerca a hablar con quien quiere, en el idioma que quiera y de lo que tiene ganas. Y si bien nadie está obligado, cuando viene gente nueva que no logra meterse en una charla la ayudamos a integrarse. Al rato, ya es uno más”.

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