Parkour: un deporte extremo que le habría costado la vida a un chico
| 9 de Junio de 2015 | 02:41

Pablo Bruno tenía apenas doce años y se había subido solo a la torre de un viejo molino municipal en Santa Rosa, La Pampa. Los medios locales aseguran que se encontraba haciendo acrobacias extremas cuando resbaló. Lo cierto es que cayó al vacío desde una altura de quince metros y su muerte puso en el foco de atención al parkour, una práctica en auge que utiliza edificios y barreras urbanas como un medio de auto superación.
El accidente, que ocurrió el viernes, tuvo por escenario al ex molino Werner, un predio que el municipio de Santa Rosa compró con la intención de reciclarlo y construir en él un centro cultural. A ese lugar llegó Pablo solo y en su bicicleta alrededor de las 13.30, de acuerdo con el relato del cuidador, quien al advertir su presencia en la torre le ordenó que bajara.
“Escuchó un ruido y vio a un pibe colgado de una cornisa. Le dijo que se bajara. Como no le hizo caso, empezó a subir las escaleras. Escuchó otro ruido, de chapas y de palomas volando. Y después vio afuera el cuerpo caído del chico”, explicó Miguel García, el director de Cultura del municipio de Santa Rosa, a cargo del lugar.
Nacido durante los 90 en los suburbios de París, el parkour es una actividad que ganó seguidores jóvenes en todo el mundo
La versión de que el chico había subido al molino para practicar acrobacias de riesgo llevó a que el accidente fuera atribuido de inmediato al parkour, sin embargo algunas grupos y asociaciones creadas en torno a esta actividad salieron en las últimas horas a desvincular su práctica de este accidente fatal.
“La realidad es que este chico no murió por practicar parkour; murió por resbalarse mientras exploraba un molino abandonado y en mal estado: eso no es parkour; eso es curiosidad, búsqueda de cosas nuevas, exploración”, señalaron ayer desde Parkour La Plata, uno de los grupos referentes de la actividad a nivel local. (ver aparte)
EL RETO: SUPERAR BARRERAS
Nacido durante los noventa en los suburbios de París, el parkour es una actividad que ha venido ganando seguidores entre jóvenes de todo el mundo. Ajeno a reglas y competencias, quienes lo practican aseguran que es menos una actividad deportiva que una filosofía de auto superación. En cualquier caso, su propuesta pasa por utilizar las barreras urbanas como un reto para llevar el cuerpo y la cabeza un poco más allá de lo que uno mismo creía posible hacer.
“Se trata de liberarse de miedos y aprender gradualmente a superar los obstáculos que se presentan en la vida de cualquiera a todo nivel”, explican los integrantes de Black Hawks, uno de los grupos platenses de parkour, quienes aclaran que el desafío no pasa sólo por superar obstáculos, sino por hacerlo con fluidez.
“La idea es desplazarse de un punto a otro lo más efectivamente posible sin usar otra cosa que el cuerpo”, ya sea para trepar a un monumento, saltar una valla, pasar por encima de un cerco o superar una pared”.
Asi lo pensó en los suburbios de París David Belle, el hijo de un bombero y militar que aprendió de su padre el método natural utilizado por las tropas francesas en Indochina para superar obstáculos valiéndose del cuerpo.
Fue él quien adaptó esa técnica al ámbito urbano a través de un método que consistía en trazar un itinerario y considerar todas las construcciones y obstáculos naturales que se interpusieran con el punto de llegada como barreras a superar.
En torno a Belle se formó el primer grupo de “traceurs” y el parkour comenzó a diseminarse como disciplina urbana hacia otras grandes ciudades del mundo. A falta de escuelas, ya que son contados los lugares donde se lo enseña formalmente, los propios grupos funcionan como el espacio natural de formación, lo que le da al parkour un fuerte espíritu grupal.
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