Historiadores discuten sobre el verdadero rostro de San Martín

Para sus imágenes más famosas, nunca posó. Sí lo hizo en 5 oportunidades. Y su única foto se habría tomado a los 70 años

Por su condición de prócer máximo, el rostro del general José de San Martín ha sido vastamente difundido a través de pinturas, dibujos y esculturas, de las más diversas épocas. Pero, ¿cual era el verdadero de todos los que se conocen? Si bien los historiadores no han llegado a una respuesta definitiva, sí hay aproximaciones históricas.

En “La Iconografía del general San Martín” (1971), de Bonifacio del Carril y Luis Leoni Houssay, se repasan los retratos tomados del natural o ejecutados en vida de San Martín, y los retratos derivados de estos.

A lo largo de sus 72 años de vida, se señala que San Martín sólo posó para ser retratado alrededor de cinco veces. El más antiguo retrato conocido sería una miniatura a la témpera, sobre marfil, ejecutada entre 1812 y 1814 por un artista que firmó con las iniciales B. L, donde viste uniforme y muestra un semblante “de carácter acentuadamente español, la boca levemente carnosa y apretada y la nariz aguileña, tomada de frente”.

EL LIBERTADOR AL NATURAL

En Chile, el peruano José Gil de Castro pintó sobre cobre, el primer retrato tomado del natural. Es el San Martín de gran nariz, pelo abundante y mechón sobre la frente, con el sable corvo bajo el brazo, condecoración de Chacabuco en el pecho y banda de general. No es su imagen más favorecida, pero se destaca que se ejecutó ante el modelo y es “la expresión verdadera de la figura de San Martín, tal como la contempló y la representó el pintor cuando vio por primera vez al general, en 1817”.

Luego, Gil de Castro iría haciendo copias –unas ocho- sobre tela, donde fue alargando y estilizando la imagen, y la naturalidad original fue lógicamente disminuyendo.

Luego, en 1824, cuando San Martín, ya concluida su gloriosa etapa militar, residió en Bruselas, posó para varios retratos. El primero, la escultura que el famoso medallista Jean-Henri Simon tomó en el que es su único retrato de perfil, tomado del natural, y se lo considera muy fiel, dada la calidad del escultor.

El segundo retrato de Bélgica, pintado hacia 1825, lo muestra de frente, en traje civil. Fue obra del pintor Jean-Joseph Navez, un retrato “ligeramente hermoseado”, donde los rasgos “son perfectamente reconocibles e identificables con los demás retratos directos que le fueron tomando”, según señala Del Carril.

El tercer retrato belga tuvo varias versiones. Fue cuando el Libertador posó ante el pintor y litógrafo Jean-Baptiste Madou, quien lo representó de civil y con capa, en una pintura de la que hizo luego una litografía. San Martín le hizo correcciones, hasta que quedó más o menos satisfecho. Entonces, Madou puso al rostro un uniforme militar y es el San Martín más conocido, el de las estampillas y los billetes.

Su último retrato conocido fue ejecutado en 1848, en París, posiblemente en el cumpleaños número 70 del general. No es una pintura sino una fotografía al daguerrotipo, es decir impresa sobre cobre y no sobre papel. En realidad, se tomaron dos, uno de ellos con la mano dentro de la levita, y se trata de “los únicos retratos verdaderamente directos del general San Martín”, según coinciden los historiadores.

De todos modos, su cara tal vez más famosa sea la del general envuelto en la bandera, obra de una profesora de pintura cuyo nombre se ignora, un óleo en el que, aparentemente, habrían intervenido varias manos.

También hay muchos otros retratos para los que San Martín nunca posó. Es por eso que su verdadero rostro sigue siendo motivo de debate.

Bonifacio
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