Las urnas de los vecinos y otra historia con el Papa
| 16 de Octubre de 2016 | 02:54

En medio de otra semana cargada de reclamos, encuentros, desencuentros, curiosidades y decepciones, hay una historia llamada a sobresalir. Es la que escriben los vecinos de Tolosa que, con ingenio y compromiso, decidieron instalar urnas en el barrio para recibir denuncias anónimas que contribuyan a identificar a los vendedores de la droga que, como en tantos otros barrios, hace estragos entre los pibes.
Las urnas de Tolosa son un símbolo de varias cosas: de la impotencia y el espanto que genera en la comunidad la penetración del narcotráfico; del compromiso de muchos vecinos y dirigentes barriales que están dispuestos a hacer algo, sin mirar para otro lado; de la ausencia del Estado y de la magnitud que ha alcanzado un drama social que carcome el futuro de miles y miles de jóvenes.
Es difícil saber de antemano qué resultados prácticos tendrá esta iniciativa. Pero podría decirse que ya ha cumplido un gran objetivo: el de instalar el tema y llamar la atención con una idea que es, al mismo tiempo, novedosa y constructiva. En medio de la devastación que provoca la droga, esta es -de alguna forma- una historia reconfortante.
La amenaza narco es gigantesca. El incendio intencional de un juzgado federal (en San Martín), acompañado de una advertencia mafiosa a la gobernadora Vidal, es otra muestra de la impunidad con la que se mueven las organizaciones vinculadas al tráfico de drogas.
No por nada fue ayer uno de los temas principales -si no el principal- en el encuentro del Papa con el Presidente. Pobreza y narcotráfico se han convertido en dos ejes centrales de la tragedia argentina.
El Papa y Macri -por su parte- escribieron ayer un nuevo capítulo de su relación: más amable, con gestos menos adustos -sin que haya habido tampoco sonrisas exageradas-, todo fue familiar y menos incómodo para el Gobierno. Después de aquella reunión breve, fría y protocolar de hace ocho meses, lo de ayer pareció inaugurar una etapa más amigable en un vínculo absolutamente sensible para cualquier gobierno argentino.
La decepción de la semana la aportó la Selección. La derrota ante Paraguay fue dolorosa y encendió todas las luces de alarma. Pero quizá se trate de entender que el fútbol tiene siempre estos vaivenes; que hay tiempo de corregir y que perder no es necesariamente una catástrofe, más allá de que hay preocupaciones, críticas y reproches justificados.
Aunque las desventuras ajenas nunca deben servir de consuelo, el espectáculo de Trump en Estados Unidos viene a exhibir un derrape impropio de una democracia sólida. Quizá podría verse al revés, como la capacidad de esa democracia de digerir a un personaje como Trump. Lo cierto es que la catarata de denuncias de acoso sexual lo han puesto ya en un extremo del que quizá no tenga regreso.
La semana dejó otras curiosidades: el Nobel de Literatura para un músico (si los goles son “poemas” quizá algún día se lo den a Maradona). Al Diez no le podrán dar el de la Paz después del partido auspiciado por el Papa esta semana: era por la paz y casi termina a las trompadas (entre él y Verón). Son esas curiosidades que se parecen a las decepciones.
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