Ricardo Nájera

Su fallecimiento

Por lo que significó su trayectoria profesional, su aguerrida defensa de los intereses del sector que representó y su calidad humana, la muerte del médico terapista Ricardo Nájera, reconocido por su comprometida labor en el Hospital Español de La Plata, provocó innumerables muestras de pesar.

Ricardo Leandro Nájera nació en esta ciudad, el 14 de marzo de 1950. Segundo hijo de Leandro Nájera y Deonisia Drake, creció junto a su hermana mayor, Nélida.

Alumno brillante, de altas calificaciones; merecedor de la medalla al mejor compañero al culminar, en 1967, el colegio secundario en el Colegio San José, cursó en la institución católica toda la educación básica. En esa casa de estudios no sólo recibió las herramientas académicas que le posibilitaron continuar con la formación universitaria sino que allí también inició sólidas amistades que mantuvo el resto de su vida.

Igual capacidad mostró en el nivel de grado. Alentado por el padre Domingo Miner -docente del San José-, que detectó sus aptitudes intelectuales para asimilar rápidamente los conocimientos, cursó, mientras finalizaba el 5º año de la enseñanza media, las clases para el ingreso a la facultad de Medicina. Tan veloz fue su desenvolvimiento en la carrera que a los 23 años ya había obtenido su título.

Las primeras prácticas en medicina las realizó en la guardia de una clínica de Haedo, recién graduado. Al poco tiempo se incorporó al cuerpo de profesionales del Hospital San Martín de la Ciudad y allí cumplió una fecunda labor en el área de cuidados intensivos. De esa función en la salud pública se jubiló.

Pero Nájera, en rigor, fue durante largos años una referencia médica en el Hospital Español, donde comenzó trabajando en las unidades de Terapia y Coronarias, que por aquellos años eran un solo servicio. Participó activamente, como terapista, en el proceso de diferenciación de ambas especialidades y llegó a ser jefe de Cuidados Intensivos del centro asistencial.

Incansable luchador, ya sea en la arena de la salud, con una especialidad que, se sabe, trabaja con situaciones límite y requiere de una entrega, una calidez humana y una fortaleza particulares, como en su rol de gremialista, en el que puso todo su empeño al servicio de la defensa del sector.

Tuvo destacadas actuaciones en la Agremiación Médica Platense, donde ocupó el cargo de tesorero; y fue consejero en el Colegio de Médicos Distrito I.

Fanático de Gimnasia, siguió con fervor las campañas de fútbol de su club, donde, además, jugó al tenis durante años.

En 1977 se casó con la odontóloga Hilda Barilaro y encaró con ella un proyecto familiar que fue su orgullo. Ejemplo de padre, tuvo tres hijas, María José -abogada - y María Agustina y María Victoria -odontólogas-. Fue, además, un abuelo que disfrutó al máximo su relación con los nietos: sus amados Leandro, las mellizas Victoria y Sofía, y la pequeña Gina.

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