Ruidos internos en Cambiemos abren interrogantes políticos

Por MARIANO SPEZZAPRIA

Twitter: @mnspezzapria

“Si no hacemos acuerdos cuando somos minoría, nos quedamos en el testimonio”. La frase pertenece a un encumbrado dirigente del PRO en el Congreso, que defiende las frecuentes negociaciones del partido oficialista con el Frente Renovador massista y con el peronismo no kirchnerista, incluso cuando eso provoca el enojo de los socios radicales y de Elisa Carrió.

Pese a que se relanzó de cara a 2017, la alianza Cambiemos crujió en la última semana. En la Cámara de Diputados, el rechazo de Carrió al proyecto de reforma del Ministerio Público Fiscal –que ya tenía dictamen e iba a ser tratado en el recinto- desató un vendaval político que derivó en la paralización de la iniciativa, con la que se busca limitar el poder de la procuradora Gils Carbó.

La reacción de “Lilita”, que estuvo tres semanas fuera de juego, en reposo tras una angioplastía, disparó a su vez el malestar del massismo con Cambiemos, dado que el PRO no logró encolumnar a Carrió detrás de un acuerdo amplio que sólo dejaba afuera al kirchnerismo y a los minoritarios bloques de izquierda. El chispazo hizo caer también la ley de Participación Público-Privada (PPP).

Se trata de una norma que pidió especialmente el presidente Macri para reactivar la obra pública, con un esquema legal similar al que hace años se utiliza en la ciudad de Buenos Aires. El efecto dominó se gatilló entonces con la frustrada reforma sobre la Procuración y en cuestión de horas arrastró también al proyecto para obra pública en alianza con los privados. La Cámara baja se convirtió en un hervidero político en el tramo crucial del año.

“El clima se enrareció”, se lamentó el mismo dirigente del PRO, justo cuando está a punto de tratarse en el recinto el Presupuesto 2017, que viene con discusión por los recortes en el área de la ciencia. A tal punto, que el ministro Lino Barañao llegó a poner en duda su continuidad en el gabinete de Macri. En campaña, el Presidente había prometido destinar el 1,5% del PBI al sector.

En ese contexto, el partido oficialista optó por parar la pelota y no dejarse arrastrar por las críticas de Carrió y de un sector de la UCR. Entonces hubo un encuentro “secreto” entre la gobernadora María Eugenia Vidal y Sergio Massa en un hotel porteño –para hablar de temas específicos de la Provincia- pero que también se amplió con la presencia de Emilio Monzó y de Rodríguez Larreta.

En efecto, el presidente de la Cámara de Diputados –que un par de días antes había cenado con Vidal para limar asperezas entre ambos- y el jefe de gobierno porteño se sumaron a la reunión entre Vidal y Massa, al menos en una parte del almuerzo que compartieron la Gobernadora y el diputado tigrense. El PRO le dio así un marco más político a su trato con el Frente Renovador.

El encuentro trascendió, con foto incluida, un par de horas antes del acto de relanzamiento de Cambiemos, y molestó a Carrió tanto que decidió no hablar en la reunión que encabezó junto al presidente Macri y al dirigente radical Ernesto Sanz. Al lado de “Lilita” estuvo sentada Vidal, pero en ningún momento la jefa de la CC-ARI le reprochó a la Gobernadora su acercamiento a Massa.

“Prefieren acordar con Massa”, había escrito Carrió en twitter al sentar posición sobre la reforma al MPF, que objetó por cuestiones institucionales más allá de que Gils Carbó esté identificada con Cristina Kirchner. La diputada insiste en que la procuradora debe ser removida con un juicio político, pero eso es impracticable porque se requieren dos tercios de los votos del Senado.

“Prefieren acordar con Massa”, había escrito Carrió en twitter al sentar posición sobre la reforma al MPF

Estos motivos –y otros que se conocen menos- hicieron que Carrió se llamara a silencio en el acto de Cambiemos y que se limitara a hacer una acotación desafiante en medio del discurso del Presidente. Sucedió cuando Macri le recordó: “¡Las cosas que pasamos!”, a lo que “Lilita” advirtió: “¡Y las que seguirán pasando!”, dando por hecho que las divergencias entre ambos continuarán.

Los cortocircuitos entre Macri y Carrió son notorios porque Cambiemos se formó sobre la base de un acuerdo electoral, pero en rigor no tiene una identidad política e ideológica que se ubique por encima de los actores del espacio. El radical Sanz viene siendo más profundo en ese sentido, cuando afirma que la coalición debería suponer la instrumentación de la alternancia democrática.

Esto es, que a un presidente del PRO lo pueda suceder otro de la UCR y por qué no la propia Carrió en el futuro. Pero ese esquema no está en los planes de Macri desde el momento en que descartó nombrar a Sanz como jefe de Gabinete, como reclamaba el radicalismo, para colocar allí a un hombre de su riñón como Marcos Peña. En mensaje fue claro: no será un gobierno de coalición.

En el terreno legislativo, esa decisión presidencial se tradujo en un manual de procedimiento político que priorizó los acuerdos del PRO con el Frente Renovador y con el Bloque Justicialista de Diego Bossio, minimizando en algunos casos la participación de la UCR y la CC-ARI de Carrió. De ese modo se votaron este año unas 65 leyes, algunas de ellas de vital importancia económica.

“Los cambios estructurales los hemos votado este año, espero que el gobierno no necesite tanto el que viene”, se sinceró el dirigente oficialista sentado en su despacho de la Cámara baja. Es que 2017 será electoral y cabe esperar una merma de la actividad legislativa, además de un endurecimiento de los bloques de oposición, que jugarán su propio partido de cara a 2019.

De hecho, ya no son pocos los actores políticos que piensan que en las elecciones de medio mandato se terminará dirimiendo el liderazgo de la oposición, a la par que la consolidación –o no- del proyecto de Cambiemos. Por eso, cada vez hay más reparos a la estrategia gestada en algún despacho de la Casa Rosada para reflotar la grieta y agrandar las chances de Cristina Kirchner.

“Eso puede ser funcional para una elección, pero después hay que gobernar dos años más”, sostienen en una oficina del PRO que no suele comulgar con Jaime Durán Barba. En la misma línea, indican que el massismo y el peronismo no kirchnerista tuvieron este año “conciencia de gobernabilidad”, una actitud inversamente proporcional a la que adoptó el Frente para la Victoria.

Cristina Kirchner optó por plantarse como una opositora acérrima y hacia esa postura llevó al ex gobernador Scioli y un sector del PJ bonaerense. La virulencia de la ex presidenta no se debe sólo a su natural desacuerdo con el rumbo económico del gobierno, sino también a sus problemas con la Justicia –mañana deberá volver a declarar a Comodoro Py- en múltiples causas de corrupción.

Los jueces federales, a su vez, sienten la presión de la opinión pública que reclama castigar a los corruptos y recuperar lo que robaron. Por eso anunciaron la creación de un registro de causas y precisaron que hay abiertas unas 500 en la actualidad, de las cuales 60 corresponden al período kirchnerista en el poder. Uno de los casos emblemáticos es el de la dirigente jujeña Milagro Sala.

Aunque para una comisión de la ONU, la detención de la jefa de la organización Tupac Amaru fue “arbitraria”, porque inicialmente se debió a una manifestación contra el gobernador Morales, por ocupación del espacio público. Se trata de un pronunciamiento que pudo no tener en cuenta las pruebas que se acumulan contra Sala, pero que expone a la Argentina en el plano internacional.

Otro tipo de liberaciones, sin embargo, preocupan más por el daño inmediato que provocan a la sociedad: la llamada “puerta giratoria” de los delincuentes que la gobernadora Vidal reprochó a los jueces en la conferencia que los reunió aquí en La Plata. Aunque la ola de inseguridad requiere de acuerdos políticos más amplios que sostengan la voluntad de un gobernante para combatirla; se trata de acordar una política de Estado para derrotar al narcotráfico y las mafias.

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