Un abrazo que marca un hito

Con un abrazo y tres besos entre el papa Francisco y el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa, Cirilo, en una pequeña sala del aeropuerto de La Habana se rompió un muro de mil años de enemistades y se abrió un período de cooperación ante los desafíos como la persecución de los cristianos. Fue un pequeño pero importante paso que podría incluso llevar al ansiado viaje de un Papa a Rusia, aunque las divergencias teológicas parecen aún insuperables. Pero quedó claro en la declaración común que firmaron, que ambas religiones se comprometen a defender a los cristianos y a instar a la comunidad internacional para que duplique sus esfuerzos ante la situación en Medio Oriente. Francisco y Cirilo se abrazaron y se dieron tres besos, como manda la tradición rusa, como dos viejos amigos. “Finalmente”, exclamó el Papa al ver al que definió su “hermano Cirilo”. Las dos fuertes y conciliadoras personalidades de Francisco y Cirilo lograron todo lo que sus antecesores no habían podido o querido hacer: forjar un encuentro entre los máximos jefes de la Iglesia católica y ortodoxa después del definitivo Cisma de 1054.

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