Más sospechas contra el policía que vive en Grand Bell y anda en Mercedes Benz

Creen que manejaba fuertes sumas por horas Polad y Cores. Reconstruyen sus últimos movimientos

A las 9.45 de la mañana del miércoles, Patricio Miguel Masana (32) salió del country Grand Bell manejando su camioneta Mercedes Benz valuada en 50 mil dólares. Delante suyo iba Julio Garro, en un Ford Focus oficial de color gris. El primero es un subtenteniente de la Policía, ahora detenido y exonerado por el brutal asalto a la familia del segundo, el intendente de La Plata.

Lo que se pudo reconstruir es que la Mercedes Benz siguió al coche del jefe comunal durante un buen tramo y que reingresó al country de 467 y 144 cuarenta minutos después. Un rato más tarde, dos hombres irrumpían en la casa del Intendente y reducían a ocho mujeres (cinco de ellas menores). Las ataron con precintos y les taparon la boca con cinta adhesiva. Se llevaron plata, joyas y electrodomésticos.

Una hora después de su reingreso, la Mercedes Benz salía otra vez del country, con las ventanillas delanteras bajas y Masana al volante, hablando por teléfono. En el asiento de atrás había varias frazadas. ¿Debajo de ellas iban los ladrones? Los investigadores creen que sí. Cuando el subteniente regresó por fin y frenó al lado de la casa de Garro, frente a la suya, todos los policías que estaban allí creyeron que iba a gritar “me secuestraron”, o algo parecido. Pero no.

“Bajó de la camioneta, miró con soberbia y entró” en su casa, reveló un pesquisa, agregando que cuando irrumpieron ellos con la orden de allanamiento y detención, se limitó a pedirles: “Aguanten que me cambio la pilcha”.

como un rey

Masana alquiló esa importante casona situada en el lote 232 del Gran Bell (casa de por medio con la de Garro), hace menos de un año, por unos 40 mil pesos de alquiler y 7.000 de expensas, para vivir con su novia. A la tardecita iba a trabajar a la comisaría Primera, a cambio de unos 18 mil pesos de sueldo.

Desde esa seccional explicaron que “hacía seguridad como caminante por las calles 8 y 9”, hasta las 2 de la mañana, “para prevenir ilícitos en comercios y locales gastronómicos del Centro”. Sin embargo, voceros de alta jerarquía aclararon que Masana era “administrador de la Primera y tenía el control de las horas Cores y Polad de la Policía Local y de la Provincia”, una caja que rondaría los 20 millones de pesos mensuales.

De hecho, le secuestraron en su casa decenas de planillas de adicionales, además de una máquina de contar dinero, dos pistolas calibre 22 sin documentación (una con 7 proyectiles de punta hueca que perforan chalecos antibala); 69 partículas de cristales (efedrina); siete blister de Rivotril y 234 pastillas de éxtasis embaladas en bolsas Ziploc, según el informe oficial.

También la camioneta Mercedes Benz negra en la que, se sospecha, introdujo a los dos delincuentes en el country (los vehículos de los residentes no son sometidos a revisión en el puesto de control del barrio) y los sacó, junto con los elementos robados.

En la camioneta y la casa de Masana hallaron, en total, 100.406 pesos, 10.500 dólares y documentación que acreditaría la posesión de un cuatriciclo Yamaha, una camioneta VW Tiguan, documentación de countries y campos de golf, y recibos de cobro de alquiler a su nombre. Sería dueño de un lujoso departamento en el Centro.

A pedido de la fiscal Virginia Bravo, el juez Guillermo Atencio ordenó detener al ex policía como partícipe necesario de robo agravado, tenencia de arma de uso civil e infracción a la Ley 23.737 (de drogas). Bravo lo indagará hoy.

Ahora se investiga si está vinculado con alguno de los seis robos que ocurrieron en el Grand Bell en el último año, uno de ellos en la casa de Gustavo Barros Scheloto.

Si el policía vivía como un rey, vale decir que el rey “está desnudo”, y sus finanzas en la mira.

No es la primera vez que Masana figura en una causa penal.

En 2013 fue procesado junto con otros seis agentes por la fuga de dos detenidos que en agosto de 2011 estaban alojados en la comisaría Primera y se fueron por un boquete.

Es que, ya recapturados, éstos contaron que personal de la seccional les facilitó la evasión a cambio de una fuerte suma de dinero y futuros “trabajos” (delitos) ejecutables con datos policiales. Más allá de esa sospecha, Masana siguió en la fuerza y trabajando en la misma comisaría de 53 entre 9 y 10.

Su situación, ahora, es muchísimo más compleja. Según fuentes judiciales y policiales, hay filmaciones que lo muestran hablando por teléfono en la puerta de su casa, cuando los dos ladrones salían por una puerta lateral y se introducían en la de Garro. “Mientras él seguía hablando, los otros dos salieron (de la propiedad del Intendente), reingresaron a lo de Masana por el mismo acceso y éste les acercó la camioneta”, con la que presuntamente los ayudó a escapar.

De los que actuaron como “mano de obra” del asalto, se sabe que tendrían unos 50 años y experiencia en la materia. Aunque no cubrieron sus rostros, se cuidaron de no dejar huellas: “No sólo usaron guantes de látex, sino que limpiaban lo que tocaban, por temor a que la transpiración les jugara una mala pasada”, comentó una alta fuente de la pesquisa.

Sabían de quién era la casa (dijeron a las víctimas que “Garro se va a poner más nervioso”) y no dudaron en maniatar a la esposa del jefe comunal, María Dolores Conde (40), a la hermana de ésta, Florencia (43), a una mucama, una sobrina y las cuatro hijas de Garro, de entre 1 y 15 años.

Sólo la más pequeña zafó de los precintos y hasta saludó con su manito a los ladrones, ajena a la gravedad de lo que estaba pasando.

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