Un filme hijo de los tiempos que corren

Las primeras dos partes de “Los Vengadores”, y también las películas del estudio Marvel rodadas durante el mismo período, tenían muy claro el subtexto: hombres y mujeres superpoderosos se enfrentaban a malos malísimos que referenciaban habitualmente las guerras de Estados Unidos en el exterior contra el terrorismo.

Una visión que, desde la orilla de ese conflicto, podía asomar lineal, pero que fue construida de tal manera (los héroes con sus cuerpos esbeltos, destrezas atléticas, códigos y chistes; los malos, alienígenas excesivamente musculados, dispuestos a destruir todos los monumentos de la sociedad occidental sin escrúpulos) que era imposible incluso para uno no tomar parte por el superequipo.

Sin embargo, la repetitiva trama de buenos versus malos se agota (lógico, tras 12 películas del nuevo universo cinematográfico creado por Marvel) y por eso  el estudio abre la Tercera Fase con un volantazo, toma una de sus historietas más politizadas de los últimos tiempos y pone a pelear al mismo equipo, justo en un año electoral, en “Guerra Civil”.

El conflicto entre ambos bandos tiene aristas personales que ya aparecían en otras películas, pero en el fondo, la batalla (tal como aparece en los comics y como parece que será llevada a cabo en el cine) es por el corazón de los Estados Unidos. Capitán América, por supuesto, es el liberal absoluto que no quiere restricciones de ningún tipo: quiere que el país de la libertad le permita ejercer su oficio sin rendir cuentas, incluso después de que en una de sus peleas los héroes causan tanto daño como los villanos de los que dicen proteger al mundo. Del otro lado, Iron Man, no tiene problema en dejar de esconderse tras una máscara (él nunca lo hizo) y someterse a la voluntad de un organismo de contralor.

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