El movimiento continuo

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Una despedida con gloria, y un anticipo del vendaval que se avecina. Eso es lo que preparan los platenses de Militantes del Surco, que esta noche, en un teatro local, le dirán adiós en vivo a su disco “Escisión” y presentarán parte de lo que se viene.

Con los grupos Tiberius y La Crianza de Mambito como invitados de honor, la banda que integran Diego Barragán -voz-, Alejandro Olivé -guitarra-, Daniel Menini -batería- y Leandro Milne -bajo- repasará su cosecha de álbumes (“Fobia”, “Ansia”, “Valoro”, “Escisión” y varios EPs) y veinte años, los dos últimos recorriendo el país al volante de una Chevy ’77 y un noble motorhome. Además, se hará tiempo para revelar algo de lo que viene, ya “demeado y preproducido”.

“Pensamos no dejar nada afuera del próximo disco” explica el cantante, “aprovechando la oportunidad que nos brinda tener estudio y que ya no es importante hacer una gran tirada de físico... Vamos a editar un disco doble que tendrá dos caras, una con el sonido que nos caracteriza, y otra con la dinámica del audio más calma; pienso dejar las canciones mas cercanas a como nacen y no permitirme tanto el ‘desarme’ que sufren en el proceso de Militantes”.

Barragán adelanta que “seguramente, incluiremos temas que a lo largo de estos años han quedado afuera por diferente motivos de otras ediciones; festejamos veinte años... Esperamos tenerlo bajo el brazo para febrero, porque estamos convocados al Cosquín Rock y estaría buenísimo presentarlo ahí”.

Nacidos hace casi dos décadas, a partir del encuentro entre Alejandro Olivé y Diego Barragán en las aulas de un colegio industrial que pronto se convirtió en sintonía artística (“pasábamos noches en vela cada fin de año intentando aprobar materias, hasta que en una ocasión, mientras la mamá de Diego servía café, decidimos que el estudio no era lo nuestro”, recuerdan hoy), los Militantes se expresaron de todas las maneras posibles: música, teatro, pintura, pegatina de carteles con frases y reflexiones en las paradas de colectivos...

La movida tenía como epicentro un garage en el barrio Santa Ana de City Bell, donde las veladas solían terminar cuando caía la policía como consecuencia de las denuncias por ruidos molestos. Después de varios años de ciclos y recitales, en los que las premisas pasaban por ofrecer performances actorales y muestras artísticas, el grupo descubrió que existía un circuito under musical a recorrer, y decidió registrar su obra en formato de disco.

De aquellos cassettes de portaestudio a las actuales producciones hi-fi pasó mucha agua bajo el puente, decenas de shows, eventos

solidarios en penales y hospitales psiquiátricos, y miles de kilómetros. “En definitiva, con todo eso y cinco discos bajo el brazo” concluyen, “seguimos militando por debajo del resto y desde el corazón; está en nuestra esencia”.

 

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