Messi sabe estar en la cima sin sufrir vértigo
Edición Impresa | 27 de Abril de 2017 | 02:33

Por NICOLAS NARDINI
OPINION
¿Qué más se le puede pedir a Lionel Messi? ¿Hace falta alguna otra demostración que certifique que ya es el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos? ¿La esquiva final ante Alemania lo baja de esa consideración, siendo que aún tiene a tiro (de no producirse un cataclismo) otra cita mundialista? Como el fútbol es materia opinable y una disciplina horizontal como ninguna, tan democrática que permite que cualquiera con un mínimo conocimiento se crea dueño de la verdad revelada, es mejor ceñirse a lo objetivo: es una verdad incontestable que ningún otro futbolista, hasta aquí, ha logrado gobernar los reinos del balón con tanta claridad y en un período tan extenso. El rosarino va camino a los diez años en la cima sin sentir el vértigo que afectó a otros grandes de estos tiempos, como Ronaldo, Kaká o Ronaldinho, de reinados mucho más efímeros y terrenales. En la era moderna, solo el gaúcho se le acercó en cuanto a magia, pero estuvo a años luz en lo que hace a constancia. Si Leo es un ejemplo de superación, el brasileño “R10” fue el paradigma del jugador superado por la fama, la inconstancia y la endeblez anímica. Su cabeza se dividió entre la pelota, la pandereta y el samba, mientras que en la de la Pulga sólo hay lugar para el balón.
Desde que abdicó “R10” tras un breve reinado, se instauró la monarquía más larga de la historia. Messi llegó a la cima para romper con lo establecido, incluso para dejar sin adjetivos calificativos a la prensa deportiva, tan propensa a la exageración, pero que en el caso del “10” suele quedarse corta en elogios porque ya no sabe cómo describir otro récord superado, una nueva marca arrebatada o alguna otra genialidad que deja a todos con la boca abierta.
Messi instaló una manera distinta de analizar el fútbol. Obligó a todos a estar atentos a que cualquier evento extraordinario puede darse un día cualquiera de semana.
Si alguno creía que tras firmar una labor celestial en el clásico ante el Madrid, el rosarino podía desinflarse ante la falta de motivación, el doblete ante Osasuna le dio una nueva bofetada. Es que tomarse cada partido como si fuera el último hace que el crack sea distinto, único, el mejor.
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