Justificados reclamos por el abandono y el deterioro que exhibe el Parque San Martín
Edición Impresa | 17 de Mayo de 2017 | 02:51

Una nota publicada en este diario ofreció referencias acerca del llamativo estado de abandono en que se encuentra el parque San Martín, uno de los espacios verdes de mayor relevancia en La Plata, cuyos sectores verdes, senderos y equipamientos exhiben un visible deterioro, con afloramientos de agua corriente en varios canteros y pequeños basurales en diversas áreas, entre otras deficiencias que no sólo implican un grave desmedro para las trece hectáreas de su superficie como en un peligro para quienes lo visitan.
Enmarcado por las calles 50 a 54, desde la 23 a la 27, alberga en su interior a una gran usina de ABSA caracterizada por montículos de chatarra y basura acumulada.
Las centenarias instalaciones de la empresa estatal que provee de agua potable y servicios sanitarios a los platenses son centro de una red de tuberías de impulsión, tanques y cámaras que se extiende por encima y por debajo del espacio verde.
Ese tendido, según denuncian vecinos y visitantes del lugar, se encuentra convertido en un virtual “colador”. Hace dos años, una filtración alimentó durante varios meses una enorme laguna a la altura de 54 y 25; en 2016, colapsó una cámara cloacal ubicada sobre 53 y 26; actualmente, esa misma caja séptica arroja borbotones de desechos a un pantano de centenares de metros cuadrados que desagota sobre calle 54. Y al mismo tiempo, hay charcos por otras pérdidas de agua corriente en la proyección de avenida 52.
Se indicó que la vasta riqueza forestal del parque, una diversidad de especies que incluye robles, eucaliptos, coníferas, tilos, fresnos, acacias, también sufre: meses atrás la Comuna realizó podas que fueron cuestionadas por expertos como innecesarias. Y no intervino sobre ejemplares que lo requieren, como los frondosos eucaliptos que bordean la cancha de fútbol, varias de cuyas ramas están secas.
Todo marca la necesidad de que los funcionarios a cargo de estos bienes deban actuar en forma perentoria, para devolverle al lugar no sólo un patrimonio forestal sano, sino la integridad de los equipamientos propios del paseo.
En lo que concierne al arbolado, en numerosas oportunidades se ha lamentado aquí la falta de una política forestal de fondo en nuestra ciudad, cuestionándose justamente que las administraciones actúen en forma errática, sin atenerse a normas que debieran estar prescriptas por los mejores especialistas y sometidas a un tratamiento funcional acorde a la trascendencia del patrimonio que se quiere no sólo preservar sino incrementar.
Sólo así podrían evitarse deterioros que son lamentables, en la medida en que los árboles suelen pagar con sus vidas los errores y omisiones con que son maltratados.
No se trata aquí de sostener ninguna suerte de fundamentalismo forestal sino de recordar, una vez más, que los paseos públicos nacieron con la Ciudad, formando parte de sus primordiales y más originales valores y que es un deber de todas las administraciones defenderlo.
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