Al horticultor asaltado en Arana lo torturaron con una picana eléctrica

Estaba junto a su sobrino y ambos fueron golpeados. Actuó una banda de falsos policías

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El reloj marcaba las 20 del miércoles. En una casilla de madera rodeada de plantaciones, en 612 y 136 de Arana, estaba una familia boliviana. El dueño de la propiedad, Javier Solórzano (55), y su sobrino Reynard (23) estaban a punto de cenar. El momento se partió cuando aparecieron cinco delincuentes fuertemente armados.

Todos estaban vestidos con ropas similares a los uniformes policiales y llegaron al lugar en una Toyota Hilux gris. Así lo confirmaron ante este diario las víctimas e investigadores policiales que trabajan en el esclarecimiento del caso, que E L DIA adelantó en su edición anterior.

Ese fue el inicio de una odisea para los agricultores, que duró 15 minutos. Durante ese tiempo, los ataron con precintos en los pies y las manos y les pegaron fuertes culatazos.

Además, al joven le dieron patadas en el piso y a su tío lo torturaron pasándole electricidad en el cuerpo con una picana.

A merced de esos métodos de castigo feroz, la banda sustrajo 10.000 pesos en efectivo, un televisor, un DVD, un horno, una amoladora y dos celulares.

Al cierre de esta edición, continuaban prófugos, a pesar de los intensos operativos de búsqueda que se montaron en esa zona semirural. Las posibilidades de encontrarlos se fueron desvaneciendo conforme pasaban los minutos.

“IBAMOS A COMER PIZZAS”

La habitual tranquilidad que caracteriza a esa zona de quintas de Arana sirvió de marco para la charla que mantuvo con este diario con uno de los quinteros brutalmente asaltados, Javier Solórzano.

El hombre repasó los pormenores de lo que fue el primer episodio de esa naturaleza que le toca vivir desde que se radicó en el lugar hace dos años.

“Eran las 8 de la noche y mi sobrino estaba esperando afuera que llegara uno de sus amigos, con los que íbamos a comer pizzas. Entonces aproveché para tirarme un rato en la cama a descansar”, citó el dueño de esas tierras.

Pero antes que llegara uno de los invitados a la cena, llegó el grupo de cinco delincuentes, que lucían uniformes policiales y hasta dos de ellos tenían puestos chalecos como los que usa personal de la fuerza. Y varios de ellos descendieron de la camioneta para ejecutar el robo, en apariencia planificado.

“Enseguida le apuntaron con sus armas a mi sobrino y lo trajeron encañonado hasta la casilla, donde se vinieron para mi cama para empezar a reclamarme dinero”, sostuvo Javier.

Para no dejar resquicio a algún atisbo de resistencia, los delincuentes se ensañaron con ambos agricultores, con golpes y repetidas amenazas de muerte. Solórzano detalló: “Nos pegaron bastante porque no querían que los miráramos”. Y recordó que hace un tiempo “entraron a la quinta de mi cuñado a los tiros e hirieron a su hermano. Por suerte, se recuperó”.

 

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