“Toda mi vida busqué darle la vuelta a la negatividad”
Edición Impresa | 4 de Agosto de 2017 | 03:45

Por PEDRO GARAY
“Vengo de una etnia que es melancólica y dramática, un pueblo que vive y persiste gracias a los grupos indígenas pero que reniega de sus raíces. Y mi madre es una mujer indígena, y mi padre un yanqui: en mi pueblo siempre hubo discriminación hacia mí: eso provoca en mí una melancolía constante”, explica su voz dulce y melancólica Lila Downs, nacida hace 48 años en Tlaxiaco, México y que el martes llegará por primera vez en su laureada carrera a La Plata, para presentar su último trabajo, “Salón, lágrimas y deseo”.
Aquella infancia la marcó: recuerda con nostalgia a su papá colocando en el tocadiscos a Coltrane, Bach y Dylan, a mamá paseándola por los mercados artesanales de los pueblos aledaños en busca de nuevas adiciones a su colección de textiles de la región, que redundaron en su colorida manera de vestir en escena (“herramientas que me permitieron expresar estas narrativas del lugar de donde vengo”); pero también el estigma de su ADN que cargó su arte de resistencia y orgullo.
“He buscado mucho en mi vida la música que me levante, que sea alegre, que busque darle la vuelta a esa negatividad con la que yo crecí”, cuenta en diálogo con EL DIA Downs, también antropóloga, una tarea clave a la hora de redescubrir y remezclar el folclore de su México natal.
Y son días de negatividad para las mujeres latinas, motivo por el cual Downs, ganadora de un Grammy y cuatro Grammy latinos, transformó un disco que rescata el bolero en un trabajo cargado de vitalidad contrahegemónica: “Es un disco que habíamos querido hacer desde hace un tiempo, de boleros, esta música un poco más sofisticada, pero pensada desde la urbe, desde el jazz”, cuenta sobre la génesis del disco, aunque revela que lo que finalmente empujó al homenaje al romántico ritmo fue “esta situación tan terrible que pasa en Estados Unidos, con esta negatividad, el racismo, el odio que percibo como latina. Traté de buscar temas que pudiera dedicar a mi país, México, y a mi otro país, que es Estados Unidos. Así terminó siendo un disco de amor y desamor”.
Así, el nuevo trabajo de Downs, que vivió en EE UU hasta la llegada de Trump culminó en un disco de catorce canciones con boleros como “Urge” o “Palabras de mujer”, que se encuentran con otros ritmos tradicionales como el huapango, y seis composiciones propias: un compendio cantado con pesar y esperanza por los conflictos acontecidos en México y el mundo. “Se te olvida que me quieres a pesar de lo que dices”, canta Downs en el clásico “La mentira”, y bien podría cantarle a un amor del ayer o al país-imperio que “hoy resulta” que quiere establecer un muro entre los dos.
Curiosamente, fuera de esta colección politizada quedó “El demagogo”, himno contra Trump que lanzó el año pasado “un poco enojada”, pero que, dice, “salió y ya, quedó ahí”, un desahogo necesario y exorcizado en la canción.
“El tema que compuse para los haters es ‘Envidia’”, dice Downs, canción que interpreta con Andrés Calamaro y donde canta que “el mundo no se acaba porque yo no lo permito” en una letra con triple interpretación: rebeldía contra un mal amor, rebelión contra el poder político, y también empoderamiento femenino frente al hombre que “ya no me compras”.
La situación de las mujeres en México y todo el planeta es otra de las preocupaciones que empapa el trabajo, como refleja su segundo corte de difusión, “Peligrosa”, una canción que expresa la autonomía de la mujer y la convicción de llevar las riendas de su vida y de sus emociones: “Me da gusto ver que se hable de la misoginia que existe”, dice, y afirma que su rol como artista es “crear conciencia”, “en específico en momentos sociales en los que se percibe que hay como una ola de mar que llega con fuerza: hay modas buenas, positivas y constructivas”.
“Hay momentos donde no importa tanto, pero ahorita sí: es la oportunidad para los artistas de unirse y hacer cambios”, agrega, volviendo a aludir a las políticas de Trump.
Downs lleva ya tres décadas componiendo estos híbridos entre ritmos folclóricos, sonidos urbanos y palabras para apuntalar la resistencia de los oprimidos: ¿sintió miedo alguna vez al disparar contra el poder? “Claro, sin dudas”, cuenta entre risas y dejando desnuda su vulnerabilidad como hace cuando canta, confesando más de una vez que se preguntó “qué me podrá pasar” y que su peor miedo, en realidad, es “quedarse sola”.
“Pero hay que decir las cosas como son, porque si no nos tienen a nosotros los artistas, qué difícil sería si a todos nos callan”: el coraje, después de todo, no es valiente si no enfrenta ese miedo, al poder, al machismo, a la soledad y a todos sus enemigos. Esa Lila, la que teme y lucha, es la que llegará al Coliseo Podestá el martes, con nuevas canciones, viejos clásicos y la consigna de seguir ante todo: “Si no no hay vida: uno se marchita como una planta sin que te rieguen”.
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