Rodolfo Horacio Rahman

Su fallecimiento

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Compromiso, solvencia y versatilidad, en cada instancia de una vasta trayectoria, caracterizaron al arquitecto platense Rodolfo Rahman. Su fallecimiento, a los 66 años, provoca pesar entre quienes valoraron su desempeño en la función pública y la actividad privada, y la calidad humana que le permitió cosechar respeto y afecto en los ámbitos laboral y personal.

Único hijo de la pareja de inmigrantes constituida por Ana María De Cocco, -italiana, maestra en la Escuela Anexa- y José Rahman -rumano, abogado-, Rodolfo Horacio nació el 1 de mayo de 1951. La casa familiar situada frente a plaza Italia y las calles tranquilas del barrio El Mondongo, donde pasaba tiempo al cuidado de sus tías, fueron los escenarios de su infancia y adolescencia.

Tras cursar la primaria en la Anexa, y completar el ciclo secundario en el Colegio Nacional “Rafael Hernández”, eligió los claustros de la facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de La Plata para convertirse en profesional; activo militante en agrupaciones estudiantiles vinculadas con el justicialismo, se graduó en 1975, cuando en el país y en las aulas comenzaban a vivirse tiempos convulsionados.

A partir de entonces, inició su actividad en el campo privado, diseñando casas desde su estudio particular de 42 entre 8 y 9, y simultáneamente una larga carrera en la administración pública, pasando de manera sucesiva por las direcciones municipales de Arquitectura y Obras Particulares; por el Instituto de la Vivienda bonaerense -desde donde verificó el avance de planes de vivienda en el sur del Gran Buenos Aires-; y por el Banco Hipotecario -también en carácter de inspector-.

Volcado también a diferentes proyectos de inversión comercial, abrió un local de venta de productos de granja en 3 entre 36 y 37, cuando el rubro avícola no era uno de los más elegidos por los emprendedores, y luego una casa de comidas en los altos de 9 y 49.

Casado en abril de 1975 con Ana María Zucaro, a quien conoció durante su paso por las oficinas de Obras Particulares, tuvo dos hijos -Emiliano y Eleonora- quienes le dieron tres nietos: Lorenzo, Salvador y Delfina, que se convirtieron en un poderoso centro gravitatorio para su vida afectiva durante los años recientes.

De carácter fuerte y convicciones firmes, leal con los suyos, fervoroso hincha de San Lorenzo -pasión que transmitió a su hijo-, ávido de nuevos conocimientos y saberes, solía ser el organizador de los reencuentros que protagonizaban sus antiguos compañeros de secundario y facultad. Fanático del mar y sus paisajes, siempre estaba bien predispuesto si de viajar en familia hacia alguna ciudad balnearia atlántica se trataba.

 

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