“Vacas sagradas”: reír para no llorar frente al reflejo de nuestras peores miserias
Edición Impresa | 25 de Noviembre de 2018 | 03:24

“Vacas sagradas”, el texto de Daniel Dalmaroni en el que, de la mano del sarcasmo y la acidez se delinea un perfil descarnado de los argentinos, volvió a la escena local de la mano de la directora Paula Boero, quien, sin medias tintas, buscó exacerbar a través del humor negro esa “viveza criolla” nuestra de todos los días para reflexionar sobre lo mal que estamos como sociedad.
La historia es sencilla pero no menos profunda: un matrimonio de clase media en un intercambio estudiantil recibe en su hogar a una estudiante de la India. Esta relación dispara en el marido (acompañado por su mujer) las más desopilantes elucubraciones terroristas, con un discurso plagado de prejuicios ideológicos y clasistas.
Protagonizada por Mirta Azzano, Damián Grimberg, Fabián Iglesias, Mario Lombard y Estanislao Pedernera, “Vacas sagradas”, con asistencia de dirección de Marcela Rizzi, y escenografía de Malen Gorgone Pampin, se ofrecerá esta noche desde las 20 en Espacio 44, 44 entre 4 y 5.
Boero, que ha sido parte del grupo de investigación y experimentación teatral “Teatro Acción”, asegura en diálogo con EL DIA que la obra propone un doble golpe, en lo personal y en lo colectivo. “Socialmente habla de los prejuicios, la discriminación, la desconfianza a partir del desconocimiento del otro, la violencia. Además de que todo esto no sea correcto, no esté bien, hacerlo tiene un efecto devastador social e individualmente. Pensar así, actuar así, contaminar de este modo, no termina bien. Como ser humano y como sociedad, nos lleva indefectiblemente al colapso”, reflexiona la también actriz sobre algunas de las ideas que esta trama habilita a repensar.
Para la directora, formada con docentes como Eduardo Gilio, David Amitín, Jorge Eines, María Onetto, Cristina Banegas, Guillermo Cacace y Carolina Donnantuoni, entre otros, los temas que aborda el autor “son inherentes al ser humano”, no sólo al argentino promedio. En este sentido, dice Boero que aquí, en nuestro país, “se agudiza con un contexto social que lamentablemente lo apalanca: Los argentinos y su mencionada ‘viveza criolla’, el tipo que cree que se las sabe todas, una mujer no escuchada argumentalmente que pensando inicialmente de un modo diferente termina creyendo lo irreal. Un contenido agudizado por las formas. Nuestras formas”.
Formas que, valga la redundancia, van naciendo por el temor que muchas veces genera lo desconocido y que nos lleva a discriminar, a no tolerar. “En ‘Vacas Sagradas’ está absolutamente presente el temor que puede generar el desconocimiento, la desconfianza que se instala y carcome, el sentirse amenazado por un otro que socialmente ubicamos en un escalón inferior. Todos disparadores nefastos que desembocan en el rechazo”, sostiene la directora que ha firmado espectáculos como “Standapéuticos” (2015), “Venecia” (2016-2017), “El Principito” (2016), “Final del juicio” (2017) y “El Nombre” (2017). Para ella “es necesario abrir nuestra mente, ampliar nuestros pensamientos y nuestro corazón, para ser capaces de ver al otro tal y como es”.
Interesada por textos que aborden temáticas profundas y que posibiliten la reflexión a través del humor, Boero cuenta que así es como hace digerible también su vida. “El humor me salva, nos salva. Nos ayuda a transitar procesos dolorosos, complejos, de un mejor modo”, reconoce la intérprete a quien hemos visto en obras como “Venecia” (2008), “Medea” (2014/2015) “Libremente Cautivos” (2017) y, entre otras, “Neorrealismo Italiano y su legado” (2018)
“Es necesario abrir nuestra mente para ser capaces de ver al otro tal y como es”
Sin medias tintas, la directora no gusta de la tibieza y en sus puestas, según cuenta, le gusta ir al hueso, a fondo. Esta pieza no es la excepción.
“La obra desde la dramaturgia es una foto, una muy buena. Yo la resalté, sus bordes, las texturas, los planos, los detalles. Mis puestas son construidas a partir de la multiplicidad de detalles”, describe su arte y cuenta que puso el acento en una invitación a evolucionar: “Mirémonos, deconstruyamos los pensamientos destructivos tan arraigados y construyamos otros”.
Desde la acción y la puesta, la directora explota lo sarcástico, enmarcando la historia con una puesta en escena que involucra una escenografía dibujada que apunta a acentuar lo irreal de la elucubración, y distorsionada en perspectiva como reflejo de los pensamientos de Alberto, que condiciona y contamina a la familia e instala como real algo imposible de serlo. “Lo que pensamos se convierte en nuestra vida. Es necesario frenar, observarnos, revisar nuestros pensamientos, nuestras ideas y nuestras formas. La obra invita a reírnos mucho, y luego, con efecto retardado viene el golpe: ¿de qué nos reímos? Esta puesta es una foto”.
Los vínculos familiares, a los que en todos sus trabajos presta atención, también son importantes en esta versión. “Llegamos a identificar que no da lo mismo ni lo que dicen ni cómo lo dicen. Esa red sostiene perfectamente la propuesta dramática”, indica.
Con paralelismo resonantes en nuestro presente inmediato, “en un contexto que nos muestra cada día tratos violentos”, esta propuesta tiene el sello de todas las obras de Boero, quien, perseverante, trabaja con un único fin: “busco transformación, que el espectador que entra a ver una de las obras que dirijo no salga igual que como entró. ¿Qué? No lo sé. Dependerá de lo que cada uno pueda y quiera morder de lo que propongo”. Y esta puesta no es la excepción.
“Vacas sagradas” tendrá las últimas dos presentaciones del año los domingos 2 y 9 de diciembre, a las 20, en Espacio 44.
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