Castidad

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Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN
Monseñor

La castidad es la virtud moral que regula el apetito del placer sexual inherente al acto generador. Es virtud porque favorece un dominio del alma sobre el cuerpo, que se mantiene con la energía de la voluntad

Queridos hermanos y hermanas.

Aunque para no pocos podrá ser arcaico que alguien se refiera a las virtudes, para muchos más será descolocado, arcaico y atrevido proclamar un elogio de la castidad. No importa. La verdad objetiva es irrefutable.

El cristianismo es, prácticamente, la única religión que defiende el valor del cuerpo humano – que es sexuado – y que ha glorificado la dignidad del matrimonio – que también implica donación mutua de la sexualidad –; por lo tanto, nadie podrá sostener que en la doctrina cristiana el sexo sea malo en sí mismo. Según santo Tomás de Aquino, “no es pecado el que la razón utilice determinados medios en la forma conveniente, con tal que el fin sea bueno”.

El natural placer sensible que se obtiene en la comida, en la bebida y en la sexualidad, es el reflejo de las fuerzas naturales más potentes y la forma de manifestarse que actúan en la dinámica de subsistencia del ser humano y en la conservación de la especie.

La castidad es la virtud moral que regula el apetito del placer sexual inherente al acto generador. Es virtud porque favorece un dominio del alma sobre el cuerpo, que se mantiene con la energía de la voluntad.

En los animales – que carecen de libertad – es el instinto que lo gobierna todo. Ellos, en el orden sexual, no resisten sus impulsos. Ningún animal es capaz de lujuria ni de castidad: el instinto lo domina.

En los humanos, en cambio, por encima del instinto está la inteligencia y el amor. Por eso, somos capaces tanto de lujuria como de castidad.

La sexualidad humana es verdaderamente una función natural del varón y de la mujer cuando incluye tanto el aspecto psíquico como el físico. Cuando el intercambio y el goce espiritual se unen al intercambio entre los sexos opuestos y al placer físico, estamos ante la verdadera vida sexual humana.

La castidad es el hábito de usar del instinto sexual dentro de los límites de la razón; y, fuera del matrimonio, es castidad absoluta, mientras que dentro del matrimonio será castidad relativa.

El varón y la mujer solteros tienen la responsabilidad de respetar su propia naturaleza y descartar toda satisfacción voluntaria del instinto sexual fuera del legítimo matrimonio.

La castidad es una conducta inteligente que, de hecho y de pensamiento, controla y domina el apetito sexual, pero no es simplemente una lucha contra las inclinaciones naturales, ni siquiera un freno. Es mucho más que eso: es la armonía y orden debidos entre el cuerpo y el alma, es un amor a las realidades espirituales, a los valores trascendentales. Tanto los solteros como los casados tienen que vivir según su propia realidad, reconociendo la finalidad específica de su condición sexuada.

“La caridad es la forma de todas las virtudes. Bajo su influencia, la castidad aparece como una escuela de donación de la persona. El dominio de sí está ordenado al don de sí mismo. La castidad conduce al que la practica a ser ante el prójimo un testigo de la fidelidad y de la ternura de Dios”. (Catecismo, 2346).

No es fácil vivir castamente y, aunque la castidad sea la virtud cristiana menos popular, sigue siendo un valor propio de los varones y mujeres que valoran su condición sexuada.

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