Los jóvenes y los peligros que implican las fiestas clandestinas

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La secuencia de fiestas juveniles de carácter privado que, desde el inicio de la temporada primaveral, ya lleva en La Plata unas 38 clausuras -entre otras causas por falta de habilitación, por venta de alcohol a menores o sobrepaso de la capacidad de los locales- está evidenciando con elocuencia la necesidad de que los poderes públicos ejerzan una mayor fiscalización, de modo de impedir que tales encuentros sigan desarrollándose al margen de los mínimos controles institucionales.

Se trata, tal como se sabe, de reuniones que inicialmente se presentan como de índole privada, aunque luego, por la masividad que alcanzan, superan esos límites y terminan por convertirse en megafiestas clandestinas a las que asisten mil o más jóvenes, en episodios en los que suelen abundar el alcohol, la droga y la violencia que se desata entre grupos enfrentados.

Tal como se recordará, hace dos años se registró una verdadera batalla campal en una fiesta clandestina celebrada en una quinta de Moreno, en donde los desbordes llegaron a tal extremo que un joven resultó muerto y otros dos se encuentran heridos, por disparos de armas de fuego. Aunque sin secuelas tan graves, en nuestra ciudad no dejaron de registrarse incidentes serios.

Desde esta columna se advirtió que las fiestas clandestinas representan un problema creciente en muchas partes del mundo y su actual auge entre los adolescentes tiene relación con las nuevas tecnologías. La mayoría se organiza a través de las redes sociales y una de las características es que resulta difícil detectar a los responsables de su organización.

En ese contexto, la Municipalidad platense señaló que se encuentra en vigencia un sistema de “tolerancia cero” en el tema de las fiestas clandestina. Los controles -aseguraron- se profundizarán a medida que se acerque fin de año, la época en la que se multiplican las fiestas, tanto en locales, bares y salones, como en clubes, quintas y casas particulares.

Desde el área comunal de Convivencia y Control Ciudadano se destacó el rol que pueden y deben jugar los vecinos, denunciando ante el poder público la realización de estos encuentros. Se recordó que las fiestas clandestinas se desarrollan en espacios no habilitados, se cobra una entrada, se vende alcohol sin permiso y a menores, así como se sobrepasa la capacidad de los lugares, además de carecer del informe técnico de Bomberos, entre otras irregularidades.

En ese marco, las autoridades y la propia sociedad se encuentran frente al desafío de enfrentar con imaginación y eficacia el problema que plantean las fiestas clandestinas. Está fuera de toda duda que, en las condiciones de marginalidad en las que se desarrollan, resulta difícil para las dependencias públicas detectar dónde se realizan y en qué condiciones.

Al mismo tiempo, es impostergable -tanto en las escuelas como en la órbita familiar- que se profundicen las campañas de concientización -tanto en escuelas y otros estamentos públicos, como en la prédica propia de toda órbita familiar- destinadas a que los jóvenes cobren un debido conocimiento acerca de los riesgos que supone participar en encuentros masivos de esta naturaleza, que se caracterizan por no contar con ningún tipo de contención en cuanto al comportamiento de los asistentes, ni contralor responsable en materia de seguridad.

Las experiencias acumuladas en los últimos años han sido muy dramáticas, como para que no se extraigan de ellas conclusiones valiosas para garantizar la integridad física y moral de miles de jóvenes, inexplicablemente puesta en riesgo por irresponsables que sólo se ocupan de velar por su propio afán de lucro.

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