Las alternativas al cigarrillo, regulación que sigue sembrando dudas

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Diana Marcela Tinjacá

Columnista de EFE

El debate sobre el cigarrillo electrónico y el “tabaco sin humo” cobró nuevamente fuerza con las voces que urgen una regulación específica ante el consumo creciente en varios países, pero con diferencias sobre cómo abordarla.

Desde la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA), pasando por médicos, académicos, activistas hasta los mismos consumidores están analizando ahora normativas para vaporizadores y otros “sistemas electrónicos de administración de nicotina” (SEAN).

“Queremos un equilibrio entre la regulación y el desafío que representan los productos que pueden ser potencialmente menos dañinos”, subrayó Mitch Zeller, director del Centro de Productos de Tabaco de la FDA, tras su intervención en la cumbre anual “E-Cigarette Summit USA”, en Washington.

En el marco de la cita, representantes académicos, científicos, gubernamentales y de la industria confirmaron su interés en la aplicación de leyes en aquellas naciones donde existe ese vacío, aunque difirieron en la forma.

Esa división respecto al creciente mercado de las alternativas al cigarrillo, como vaporizadores, dispositivos electrónicos y el tabaco calentado, persiste por la falta de evidencia concluyente sobre sus efectos.

Por eso, mientras activistas piden leyes estrictas ante posibles riesgos, varios científicos defienden un sistema más laxo al afirmar que estos productos tienen el potencial de reducir el daño a la salud hasta en un 95 % frente al que causa el cigarrillo combustible.

Uno de ellos es el profesor David Levy, del departamento de Oncología de la Universidad Georgetown, quien considera que la normativa para los dispositivos alternativos “no debería ser más estricta que la del cigarrillo tradicional”, sino al contrario, para “alentar el cambio a productos que representan menor riesgo”.

La FDA ha anunciado al respecto que buscará asegurarse “que los adultos que necesitan o desean nicotina puedan obtenerlo de fuentes alternativas y menos dañinas”, abriendo la puerta a la evaluación de productos de “riesgo modificado”, es decir aquellos con potencial de reducir el daño a la salud.

Pero mientras estudia las evidencias, la agencia estadounidense, referente mundial en regulación, incluyó esos productos en la ley de control del tabaquismo y prohibió su venta a menores de 18 años, una de las principales preocupaciones expresadas en Washington por detractores como Matthew Myers, de la organización Campaign for Tobacco-Free Kids.

Deborah Arnott, del grupo británico antitabaco Action on Smoking and Health, coincidió en la necesidad de crear normas específicas, al resaltar la aplicada en la Unión Europea (UE), y consideró que es mucho más efectivo controlar estos productos si existe un marco legal.

La directriz de la UE se aplica en el bloque desde mayo de 2016 y no prohíbe los cigarrillos electrónicos, pero introduce ciertos requisitos de seguridad y de calidad para los que contienen nicotina.

En el caso de Latinoamérica, con cerca de 127 millones de fumadores, el vacío es mayor.

Algunas opciones han sido prohibir la comercialización de los SEAN, como en Argentina, Brasil, México, Panamá, Surinam y Uruguay; reglamentarlos como “productos terapéuticos”, como lo hicieron Canadá y Chile.

Según la OMS, el tabaco mata casi 6 millones de personas cada año en el mundo, un millón de ellas en América.

En el caso de Latinoamérica, con cerca de 127 millones de fumadores, el vacío es mayor

 

 

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