La obesidad infantil, con otro alerta en el país y en el mundo

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El estudio dado a conocer ayer en este diario, realizado por la Organización Mundial de la Salud y por la Organización de las Naciones para la Agricultura y la Alimentación (FAO), revelador de que la Argentina se encuentra entre los países con niveles de obesidad infantil más altos, debiera suscitar, por las graves consecuencias médicas que surgen de esa referencia, una rápida respuesta por parte de las autoridades sanitarias.

El informe, que alude a la existencia en todo el planeta de una virtual epidemia en menores de 5 años de edad, detalla que América Latina es la región más obesa del mundo y que nuestro país tiene la segunda tasa más alta de sobrepeso en menores de 5 años de toda América Latina y el Caribe, con el 10 por ciento.

Cabe señalar que en esta columna se analizó en otras ocasiones el tema de las ventas de alimentos procesados industrialmente, incluyendo las comidas rápidas y las bebidas azucaradas, que aumentaron de manera constante en nuestro país y en el resto del continente latinoamericano.

Además de que los menores requieren de un mayor consumo de frutas y verduras, las últimas estadísticas conocidas, de alcances universales, son reveladoras de que la mayor parte de los niños y adolescentes no realizan actividades físicas y exhiben, en forma creciente, costumbres sedentarias.

Especialistas consultados por este diario aseguraron que el problema se agudizó en los últimos años y que obedece a diversos factores socio-ambientales y culturales, pero, esencialmente, a los malos hábitos alimentarios y al creciente sedentarismo.

La OMS advirtió que la obesidad en los menores es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo XXI. Sostuvo que se trata de un problema de carácter mundial y que está afectando progresivamente a muchos países. Sobre todo aquellos de bajos y medianos ingresos, con énfasis en medio urbano, en donde su prevalencia crece a un ritmo alarmante.

Lo cierto es que la obesidad se ha convertido en uno de los principales factores de riesgo para una muerte temprana. Resulta necesario, entonces que se promuevan -especialmente desde los ámbitos oficiales de salud- distintos programas tendientes a evitar la mala alimentación, el excesivo consumo de comidas ricas en hidratos, la adicción a las golosinas y a las llamadas comidas basura que, al igual que el sedentarismo, influyen decisivamente, junto a los factores genéticos, en la propagación de la obesidad.

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