Convivir con la inflación y la escasez bajo el régimen de Maduro

Testimonios dramáticos del día a día en un país donde los médicos ven morir a sus pacientes por falta de medicamentos y donde el éxodo ya es moneda corriente

Edición Impresa

Margioni BERMÚDEZ ( Agencia AFP ) 

CARACAS

Jairo está arruinado por la hiperinflación; José ve morir a sus pacientes por falta de medicamentos; Manuela no puede legislar; Henry emigra ante la continuidad de Nicolás Maduro en el poder en Venezuela.

Todos están envueltos en la oscuridad de una crisis que se agudizó con Maduro, quien este jueves iniciará un segundo período de seis años, desconocido por la oposición y gran parte de la comunidad internacional.

“PERDÍ SIETE KILOS”

Jairo Colmenares intenta hacer rendir un salario equivalente a solo siete dólares en un mercado donde venden productos de baja calidad. Le alcanzó para 12 huevos, medio kilo de papas y guayabas.

En sus días libres como empleado del subte de Caracas se levanta tarde para ahorrarse una comida. “He bajado siete kilos”, afirma este técnico azotado por una inflación que trepará este año a 10.000.000%, según el FMI.

Come principalmente frijoles o lentejas que distribuye el gobierno a precios subsidiados. “Una vez al mes quizá compremos pollo o carne”, cuenta Jairo, de 33 años.

Tiene ingresos extra por trabajos informales, pero aun así la plata es insuficiente. Sus hijos de 10 y 11 años emigraron a Colombia junto con su madre en 2017. “No les puedo enviar ni para un refresco”, explica.

Para Jairo, que ha sufrido amenazas de despido por ser sindicalista, Maduro está lejos de ser “un presidente obrero”, como se define el mandatario por haber sido en el pasado chofer de micro.

NI AGUA EN LOS HOSPITALES

En el Hospital Pérez Carreño, el más grande de Caracas, familiares sostienen un envase con agua para limpiar el rostro ensangrentado de un joven baleado en la cabeza.

A la entrada del edificio de 11 pisos un hombre lleva largo rato tirado en una camilla en el suelo sin ser atendido. Un cadáver cubierto con sábanas está a pocos metros.

“Por falta de insumos o esperando turno quirúrgico todos los días mueren uno o dos pacientes”, cuenta José, médico residente de neurocirugía, de 27 años.

Estantes vacíos atestiguan la escasez de medicamentos e insumos hospitalarios, estimada en 84% por agremiaciones.

Su disponibilidad cayó por el desplome de la producción petrolera, de 3,2 millones de barriles diarios a 1,13 millones en la última década, lo que limita las importaciones.

“Cuando hay antibióticos no hay jeringas, cuando hay jeringas no hay antibióticos (...). Los planetas deben estar alineados para que durante una semana todo se mantenga”, ironiza José.

El agua también escasea en el 70% de los hospitales, según una ONG. “Es usual que no haya”, añade el médico, que atiende consultas en una silla destartalada.

El gobierno atribuye las fallas a una “guerra económica” y a sanciones internacionales, cuyas pérdidas calcula en 20.000 millones de dólares en 2018.

DIPUTADOS MANIATADOS

El Parlamento, único poder que controla la oposición, sostiene que cuando Maduro preste juramento nuevamente, pasará a ser un “usurpador”.

Sin embargo, el Legislativo está atados de pies y manos. Todas sus decisiones son nulas tras ser declarado en desacato por el Tribunal Supremo de Justicia y sus funciones fueron asumidas por la oficialista Asamblea Constituyente que rige como suprapoder. “La dictadura nos maniató”, asegura la diputada Delsa Solórzano.

A la impotencia por la pérdida de autoridad, los legisladores -acusados por Maduro de buscar derrocarlo e incluso asesinarlo- suman las penurias de vivir sin sueldo desde 2016.

La parlamentaria Manuela Bolívar se sostiene con remesas y productos que le envían su esposo y familiares que emigraron. “No he visto ni un solo centavo de salario. Buscan quebrarnos”, se lamenta la legisladora de 35 años.

Diputados de provincia cuentan que viajan hasta 14 horas en micro para asistir a los debates, ya que no pueden costearse pasajes aéreos, y que pasan el día con una comida.

A Bolívar las tensiones políticas también le invadieron los afectos. Hija del ex gobernador chavista Didalco Bolívar, admite que la relación con su padre es distante.

“YA PASAMOS LO PEOR”

Los ancianos padres de Henry Peña lloran desconsolados al despedirlo en una terminal de micros de Caracas. El mecánico de 45 años volvió de Perú para llevarse a sus gemelas y dos nietos de dos y cuatro años.

La familia se suma a los 2,3 millones de venezolanos que han migrado desde 2015. La ONU prevé que la cifra suba a 5,3 millones en 2019 ante el colapso de una economía que se redujo a la mitad en cinco años.

Henry vendió su camioneta, su moto y un televisor para comprar los boletos. Llevan pan y jugos para el largo trayecto.

Tras 14 horas dejan Venezuela. “¡Ya pasamos lo peor!”, exclama una de las hijas en un video grabado con celular. “Bienvenidos a Colombia”, se lee en un aviso. “Antes de que Maduro cierre la frontera o los países vayan a romper relaciones, tomamos la decisión de irnos”, confiesa Henry.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE