Un escenario con más dudas que certezas

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Ricardo Rosales

prensa.rosalesr@gmail.com

A pocos días de la elección presidencial, el escenario económico presenta enormes incertidumbres, con unas pocas certezas y grandes riesgos que se ciernen sobre una crisis que podría profundizarse. El control de cambios dio un respiro a la suba del dólar, pero con reservas limitadas en el Banco Central, no está garantizada la estabilidad. Las proyecciones hablan de un dólar de 70 a 80 pesos para los próximos meses. La inflación tampoco tiene un freno. El índice de septiembre marcó el récord de 5,9 por ciento, con una suba de 53,5 por ciento en los últimos 12 meses y expectativas de más alzas de precios.

El rojo fiscal se escapa otra vez y el Fondo Monetario Internacional, último financista del país, frenó cualquier negociación a la espera del nuevo gobierno. La refinanciación de la deuda, tema urgente para estabilizar el mercado de cambios, también entró en pausa sin señales si habrá default parcial o generalizado hacia diciembre. Entre tanto, el consumo y el nivel de actividad siguen en un tobogán sin final a la vista y el empleo en caída.

Alberto Fernández, amplio favorito, hizo referencias generales y propuso un acuerdo de precios y salarios entre la CGT y la UIA, pero no ha dado indicios sobre que hará con la economía, tampoco de quién será su ministro. Su equipo de “referentes” han hecho algunas pocas aclaraciones en un mar de interrogantes y han pedido algunas colaboraciones a economistas del establishment, dejando una sensación que luego se convirtió en certeza, que tampoco hay un programa económico, ni plan fiscal, monetario o de contención de la inflación.

El acuerdo de precios y salarios, que parece una de las columnas vertebrales de Alberto Fernández, ha generado más problemas que soluciones antes de andar. La mayoría de las grandes empresas de consumo y también de otros sectores, han iniciado un clásico de estos acuerdos: aumentos preventivos, que generen un colchón, ante la expectativa de que en diciembre se concrete un congelamiento de precios.

Los ajustes promedio para las próximas semanas estarían en alrededor del 12 por ciento según algunas fuentes, pero podrían ser mayores. Con lo cual, la inflación lejos de controlarse se retroalimentaría. Otras acciones preventivas en el sector empresario son las de acelerar los despidos ante la eventualidad de que se decrete un congelamiento de los puestos de trabajo. Y sobre el ajuste de salarios, tampoco existen precisiones, aunque se menciona un piso del 35 por ciento para el 2020, bastante por debajo de la inflación anual.

Por el lado del macrismo tampoco surgen decisiones claves, El ministro de Economía, Hernán Lacunza, intentó retomar la negociación con el FMI y que el Congreso tratara un proyecto para refinanciar la deuda en bonos, pero no hubo colaboración de ningún sector político y una notoria soledad del funcionario. En Washington DC la respuesta del organismo internacional fue igual de contundente, sobre que no se hará el último desembolso de 5.400 millones de dólares con este gobierno y que esperan el próximo presidente para discutir un nuevo programa.

El presidente Maurico Macri relanzó su campaña electoral, abandonando una colaboración con la oposición, con lo cual quedó otra vez en evidencia que los sectores políticos se ocupan más de sus intereses que de los de la sociedad. La crisis y los riegos de default, hiperinflación o fogonazos de precios, caída del nivel de actividad, el empleo, fuga al dólar, debieran forzar a la oposición y oficialismo a acciones conjuntas en lugar de privilegiar la campaña.

Otros conflictos en danza ocurren en el hemisferio norte, entre el FMI y los bancos que actuaron en las colocaciones de bonos o tienen en sus carteras títulos de deuda argentina que podría entrar en default o algún tipo de quita del capital. El relevo de Cristine Lagarde por la nueva directora gerente, la búlgara Cristalina Georgieva, abrió un pase de facturas internas por el enorme financiamiento atorgado a la Argentina, bajo la hipótesis de un triunfo de Mauricio Macri en octubre, avalado por el gobierno de Donald Trump. El resultado de las PASO dio lugar a un cambio de estrategia, aunque no es claro cual será el grado de sensibilidad del organismo con la Argentina bajo una gestión de Alberto Fernández. Los bancos a su vez, intentaron impulsar la refinanciación de la deuda sin quita, como fue propuesto en el proyecto de ley que envió Lacunza al Congreso. Imaginaban que de haber quita de capital, recaerían los costos sobre el FMI en lugar de los tenedores de bonos. No existe un criterio único, pero algunas propuestas que están en danza hacen mención a una quita del 20 por ciento para evitar que el esfuerzo fiscal de la Argentina no sea drástico. Del lado del organismo internacional, las opciones son de un programa de largo plazo, con renovación de los vencimientos, aunque difícilmente haya alguna quita. Esa nunca fue una política del FMI.

El éxito inicial, los controles cambiarios nunca terminaron con los problemas que los originaron. Solo el lanzamiento de programas económicos integrales permitieron que los problemas se volvieran manejables y que los controles de capitales pudieran ser removidos. Por estos motivos, en la medida que Argentina no resuelva el problema del déficit fiscal, de la inflación y del endeudamiento, resulta difícil que los actuales controles puedan ser revertidos y que no terminen de igual forma que en el pasado. Los argentinos ya hemos visto muchas veces esta película; ojalá esta vez podamos cambiar el argumento y llegar a un final diferente.

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