¿Ahora los cosificados son los hombres?: colas en display, filtraciones y destape en la tevé

La desnudez masculina comienza a ser codiciada abiertamente en la pantalla y provoca un nuevo debate sobre la sexualización

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En una escena de la última película de Quentin Tarantino, “Había una vez en Hollywood”, Brad Pitt sube a un techo. Hace calor, y Brad decide sacarse la remera para apabullar con su adónico cuerpo. El estertor colectivo en la sala de cine quizás no fuera audible, pero se sentía la tensión del asombro.

La desnudez de Brad nada aportaba a la trama. Más que, claro, su belleza. ¿Una broma de Tarantino, haciendo que Pitt ‘haga lo suyo’? ¿Una subversión de la desnudez esperada en la pantalla, la femenina? Quién sabe: lo cierto es que parte de la platea testigo del “lomazo” del actor ¡de 55 años! repetiría su deslumbramiento días después: quizás entre amigues, en confianza, deben haber sido numerosos los que cuando llegaron vía grupo de WhatsApp las imágenes prohibidas de Luciano Castro como dios lo trajo al mundo gritaron “¡que lomazo!” (y otras barbaridades irreproducibles).

Poco frecuente hace más de una década en las pantallas y los medios, el cuerpo masculino al desnudo se ha vuelto cada vez más frecuente. Tras años de filtración de fotos privadas de mujeres, cada vez aparecen más imágenes de varones desnudos en la web. Y la clave la tiene, como siempre, la demanda del mercado: el público femenino se ha agotado de ver tetas y colas femeninas en la pantalla y ha comenzado a exigir, como audiencia, su cuota. El cuerpo masculino ha comenzado a ser más abiertamente deseado, comentado de forma más aceptable socialmente, en las nuevas generaciones.

El resultado no deja de ser extraño. “Game of Thrones” procuró equilibrar su cuota de desnudez gratuita de mujeres en las primeras temporadas con penes y colas masculinas en pantalla de forma igual de gratuita. HBO anunció incluso que buscaba shows que “normalicen” la desnudez masculina. La cola de Juan Minujín en “100 días para enamorarse” fue furor y meme (“desde que aparecí en culo recibí muchos elogios”, se reía el actor).

En Instagram, son varios los actores y modelos que emulan a Jimena Barón y Sol Pérez, mostrándose con casi nada de ropa, desde Diego Ramos y Benjamín Alfonso a Facundo Mazzei y Justin Bieber. Las fotos del “Pocho” Lavezzi con poca ropa, vale recordar, acaloraron a las espectadoras del Mundial 2014. Y la mujer de Chris Hemsworth, Elsa Pataky, le pidió a Thor que deje de salir sin remera en las películas: Marvel solía hacer que el Dios nórdico se quitara la ropa, sin demasiadas explicaciones. Thor obedeció.

En lugar que dejar de tratar a las mujeres como objetos, ahora se suma a los hombres

 

Esta tendencia no deja de esconder una distorsionada idea de lo que es la “igualdad”: en lugar que dejar de tratar a las mujeres como objetos de deseo en las pantallas, se suma a los hombres. Aunque no toda sexualización es igual: en el caso de los hombres, su destape parece exacerbar su masculinidad, empoderarlos; el caso para las mujeres suele ser diametralmente opuesto, reflejándolas como objetos pasivos diseccionados para la mirada masculina. Al menos hasta películas como “Red Sparrow” o “Atomic”, donde se trabajó con las actrices, explícitamente contra esa perspectiva, conta la desnudez dominada por la mirada masculina y sus fantasías.

La cuestión de la sexualización de los cuerpos en la pantalla, además, no deja de ser un debate más complejo, que lleva años de discusión. ¿Cómo deconstruir a estos atractivos semidioses que aman y odian y gritan y se pelean en gigantescas pantallas, cómo hacer que no sean otra cosa que objetos de deseo? En Cannes, este año, una película de Abdellatif Kechiche, “Mektoub, my love: intermezzo”, fue abucheada por mostrar excesivos planos de colas mayormente femeninas. Hace seis años, el mismo director ganaba la Palma de Oro por “La vida de Adele”, una cinta de alto contenido erótico lésbico.

Lo curioso es que la ganadora de este año, Celine Sciamma, fue celebrada por llevar una mirada femenina a la pantalla, pero ella misma defendió al cineasta franco-tunecino: “No estamos a la altura de este excitante momento su reducimos todo a cuestiones de bueno y malo, moral e inmoral”, lanzó, y pidió “evitar juicios y tener el coraje de cuestionar nuestras miradas, la propia y la del director, aunque eso requiera de esfuerzo”. Sciamma llamaba a evadir los juicios rápidos, salir de la zona de confort y pensar en cómo se relacionan la imagen con la intención del director y su historia.

Ahora, si bien a muchos actores les causa risa, o les gusta y les sube el ego la aclamación de sus cuerpos (después de todo, son artistas que trabajan con el cuerpo y constantemente ponen su trabajo a consideración del público; recibir aplausos por un lomo trabajado en el gimnasio a destajo puede ser una suerte de equivalente de una buena critica), la sexualización expandida en cientas y cientas de horas en la pantalla tiene sus consecuencias, y genera inseguridad y vergüenza en la audiencia, en sus cuerpos: la que sintieron durante décadas las mujeres, y ya comienzan a sentir muchos varones, ante la proliferación de los lomazos en la pantalla.

 

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