Fe en la Misa

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Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN (*)

Queridos hermanos y hermanas.

La participación en la Misa dominical es sólo de un porcentaje muy pequeño de cristianos. No todos los bautizados viven la Misa. La causa de esa realidad no es otra que la falta de información o de formación religiosa, o la falta de interés por algo que “no se entiende” o que no se conoce o, simplemente no interesa. También influye mucho el neopaganismo que tomó posesión en incontables varones y mujeres: ser pagano es más fácil y favorece vivir en el libertinaje. Dicho de otro modo: si no hay fe en la Misa, es imposible que se viva el “misterio de la fe”.

El que no quiere vivir su fe nunca podrá entender la sublimidad, la grandeza, la dignidad de la Misa. San Agustín dice: “Todo hombre quiere entender, no existe nadie que no lo quiera; pero no todos quieren creer. Me dice alguien: ‘yo creería si entendiese’. Le respondo: ‘cree primero y entenderás’.” (Sermón 43, 4).

“La fe es la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven… sin la fe es imposible agradar a Dios…” (Hebreos 11, 1 y 6).

“Quien dice ‘Yo creo’, dice ‘Yo me adhiero a lo que nosotros creemos’. La comunión en la fe necesita un lenguaje común de la fe, normativo para todos y que nos una en la misma confesión de fe” (Catecismo, 185).

La Misa es, precisamente, el “Misterio de la Fe”. Viviendo la Misa se vive la fe católica, tal como la transmitieron los Apóstoles y la predica la Iglesia

 

La inmensa riqueza de este Sacramento se expresa también en los distintos nombres que recibe. Cada uno de esos nombres evoca alguno de sus aspectos: se llama Eucaristía, Banquete del Señor, Fracción del Pan, Santo Sacrificio, Divina Liturgia, Santa Misa…

“… la Eucaristía es el compendio y la suma de nuestra fe: ‘Nuestra manera de pensar armoniza con la Eucaristía, y a su vez la Eucaristía confirma nuestra manera de pensar’.” (Catecismo, 1327).

Todo cristiano que vive su fe, es decir que responde con su vida al don de la fe recibido en el Bautismo, se va adentrando en los misterios de la fe y llega a penetrar en ellos de tal modo que toda su vida puede llegar a ser como un Evangelio al desnudo, y cada momento de su existencia como una Misa que prolonga el Misterio Pascual de Jesús.

La Misa es, precisamente, el “Misterio de la Fe”. Viviendo la Misa se vive la fe católica, tal como la transmitieron los Apóstoles y la predica la Iglesia.

La fe en la Misa no está exenta de cuestionamientos, o interrogantes. Eso es normal. Y cada cristiano ha de acudir a la clarificación de lo que aun no es luminoso, reflexionando, meditando, orando… con la Iglesia, sobre todo conociendo más las verdades expuestas en el Catecismo de la Iglesia Católica, en las enseñanzas de la Iglesia y en el diálogo sincero y constructivo con los hermanos en la misma fe que avanzan en su peregrinar hacia la Gloria que nos espera en la Eternidad.

Sin embargo, también es necesario tener la convicción de que la fe en la Misa no es un sentimiento sino una conducta existencial. En consecuencia si creo en la actualización del Misterio Pascual de Jesús en cada celebración de la santa Misa, llegaré con suficiente anticipación para tener una preparación adecuada y vivirla con plenitud, participando activa, conciente y fructuosamente en los gestos, los cantos, las respuestas, y sobre en la recepción del Cuerpo y Sangre de Jesús en la Comunión. Una vez terminada la celebración permaneceré todavía un poco de tiempo para expresar en la oración personal mi gratitud por la gracia vivida.

 

(*) Monseñor

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