María Estela Pascual

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Apasionada en el oficio de enseñar, entusiasta impulsora de proyectos educativos y enamorada de la lengua castellana, María Estela Pascual, ejemplo de entrega a la docencia, falleció, a los 81 años, y su desaparición física causó una enorme tristeza en cada uno de los ámbitos educativos donde se desenvolvió como profesora, asesora o directiva.

“Coro” había nacido el 27 de octubre de 1937 en San Nicolás de los Arroyos. Hija de Aristóbulo Pascual y de María Estela Calvo, vivió una infancia complicada. Ella y su hermana, María del Carmen, cuatro años menor, quedaron huérfanas siendo todavía niñas. Tuvieron, dentro de esa desgracia, la fortuna de que fuera la mejor amiga de su madre quien se hiciera cargo de la crianza y el cuidado de ambas, pues Herminia las acogió en su hogar y les brindó tanto amor como si hubieran sido hijas propias. En 1955 concluyó el colegio secundario y se recibió de maestra normal.

Desde chica mantuvo una conexión con La Plata. Como tenía primos en esta ciudad, solía visitarlos durante los recesos escolares. Así fue que, cuando llegó para seguir el profesorado de Letras en la facultad de Humanidades de la UNLP estas calles eran para ella de lo más familiares. Se instaló, en esos primeros años de estudiante en la casa de su tía María Elena Calvo de Peralta Bello, y pudo de esa manera, solventándose los gastos con un empleo en la Biblioteca de la Universidad, completar la formación superior.

Fue una educadora de alma. Y prueba del lugar relevante que ocupó en su vida la tarea docente es la gran cantidad de espacios académicos donde se desempeñó. María Estela se destacó como profesora de Lengua en los colegios Sagrada Familia, Eucarístico, Nacional, Liceo y el Bachillerato de Bellas Artes, donde, además, ejerció la vicedirección. También formó docentes, concretamente con la materia Didáctica de la Lengua, en el Instituto Nº 9. Y ya con casi toda su trayectoria cumplida participó de la creación de los colegios Crisol y Bosque del Plata, iniciativas pedagógicas en las que se la consideró un pilar indispensable.

Casada con Carlos Navarrete en 1967 (de quien después se separó), tuvo dos hijas: María Alicia (profesora de Geografía) e Isabel (arquitecta). El rol de abuela de Matías, Facundo y María Sol fue, después del de madre, el que mayor dicha le proporcionó.

Muy creyente, de fe católica, María Estela fue dueña de un excelente carácter y de una personalidad sociable y vivaz. Cultivó, asimismo, incontables amistades.

 

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