Bebés prematuros: cuál es el impacto en el desarrollo del niño

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Las niñas y niños nacidos con prematuridad, más aún en el límite de la viabilidad humana en la semana 22 de gestación, necesitarán antes, durante y después del parto o cesárea una permanente asistencia médica de rabiosa vanguardia sanitaria para que su futuro socioeconómico no se quede atrapado en las redes visibles e invisibles de un posible déficit fisiológico y neuronal.

“Una atención integral que no cesará después de que entreguemos el bebé a la familia sano y salvo y la felicidad inunde sus corazones. Esa pequeña y maravillosa flor tiene que formar parte intrínseca de nuestro inmenso jardín multicolor sin desventajas añadidas“, dice el doctor Manuel Sánchez Luna, jefe del Servicio de Neonatología en el Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid.

El mayor número de recién nacidos prematuros se registra en la horquilla de 32 a 37 semanas. Sin embargo, son fundamentalmente los nacidos antes de la semana 28 los que precisan un cuidado mucho más intenso y especializado; un grupo que, además, presenta un mayor riesgo de complicaciones.

La prematuridad extrema es la de aquellos niños que nacen en el límite de la viabilidad, entre la semana 22 y la semana 25. Lo hacen en un momento demasiado precoz de su desarrollo fetal; en una situación muy limitante para sobrevivir fuera del útero de la madre.

En este grupo de niños y niñas, los problemas más frecuentes son: respiratorios crónicos; displasia broncopulmonar; neurológicos, donde ha habido algún riesgo para el desarrollo normal del cerebro; y lesiones cerebrales por la propia prematuridad del parto o por las circunstancias que rodean el nacimiento del prematuro.

Con menos frecuencia, estos bebés también sufren problemas de infección, debido a que estos niños y niñas tienen su inmunidad muy comprometida y se defienden muy mal ante múltiples microorganismos; problemas metabólicos; y problemas digestivos.

Las dificultades sanitarias de los bebés prematuros más tardíos, aquellos que nacen más cerca de la semana 37 de gestación, son diferentes: “Están más relacionadas con la adaptación al nacimiento. No suelen dejar secuelas y, por regla general en la mayoría de los casos, se superan bien, sin dejar huellas”, precisa el Dr. Sánchez Luna.

“Lo primero que tenemos que hacer, cuando nacemos, es respirar. Por eso, tradicionalmente, se ha creído que la supervivencia depende del grado de desarrollo pulmonar. Es algo obvio. Pero no se nos puede olvidar que es fundamental que el desarrollo cerebral sea el adecuado, al igual que debe suceder con los riñones, sistemas metabólicos o los sistemas inmunológicos.

“Si cuando nace un bebé es tan inmaduro que es incapaz de respirar, su cerebro es igual de inmaduro. Y lo es su riñón, lo es su páncreas o lo es su hígado”, expone.

“Los profesionales de la neonatología tienen como objetivo madurar al feto en esos casos, no solo los pulmones, administrando a la madre corticosteroides -hormonas- antes del nacimiento. Reducimos el riesgo de hemorragia intracraneal, aumenta la supervivencia de los niños prematuros y prepara al feto a una situación intensa de estrés, que es el nacimiento muy prematuro”, explica.

 

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