El Teatro Argentino en un reencuentro con la historia gracias a un vecino ilustre

Fue emplazada la escultura construida hace décadas por el médico y escultor Rodolfo Cosentino, quien usó hierros del viejo edificio

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Casi treinta años pasaron desde que el drama con elementos de tragedia que vivió el Teatro Argentino en 1977 empujaron al destacado traumatólogo y escultor platense Rodolfo Cosentino a recobrar el “alma” del complejo entre los restos de las llamas y la demolición. Casi tantos fueron los que llevó que la obra fruto de esa inspiración pudiera ser emplazada en el lugar donde la soñó su autor.

“El alma del viejo teatro”, fue el nombre que eligió Cosentino, para la escultura que realizó entre 1982 y 1983 en una casa de City Bell hasta donde llevaba la reflexión sobre sus emociones como artista, vecino del Teatro durante décadas y habitual espectador de la ópera, el ballet y los conciertos que pasaban por la sala.

El vínculo fue tan estrecho que llegó a asistir a integrantes del ballet como médico consultor.

La obra, de casi seis metros de alto, cinco toneladas de peso y base de hormigón, es parte de todo eso. Y más: fue construida con hierros que pertenecieron a la estructura de la sala del viejo edificio.

Pero a la reencarnación de los despojos, le faltaba algo: convivir con el nuevo Teatro.

En 2001, el autor le contó a este diario sobre su sueño de que la escultura estableciera una relación entre el viejo y el nuevo teatro. Recordó que alguien le sugirió donarla al ministerio de Obras Públicas con ese fin y fue aceptada previo pase por la cátedra de Escultura de la Facultad de Bellas Artes, que emitió un dictamen elogioso, por el que se sintió honrado.

La idea prosperó y con el Argentino de vuelta en su lugar, hasta se le definió un lugar en la plaza seca, en 9 entre 51 y 53.

Al parecer, hubo varios amagues de avance, pero la escultura nunca llegó a salir de la quinta de fin de semana de Cosentino. Incluso, hasta circuló en esos años una versión sobre una traba burocrática acerca de la supuesta imposibilidad del Teatro de aceptar una donación.

Todo eso terminó sin que el autor, quien murió en 2005, llegara a presenciar la escena final.

Rodolfo Cosentino hijo, también médico y tan vecino y asiduo al teatro como su padre, ayer habló en la ceremonia que le dio la bienvenida a “El alma del viejo teatro” a su lugar.

“Mi viejo vivía a una cuadra de acá, frente al Teatro. Todas las mañanas salía a caminar y medía con los pasos dónde iba a estar la escultura”, recordó.

En su discurso durante el acto repasó todo el proceso creativo y el recuento de los años de espera que se contaron en la nota de este diario, hace dos décadas.

Esa crónica reflejaba un diálogo con el médico y escultor, quien contaba su vivencia en la fatídica jornada del 18 de octubre de 1977.

Operaba en la Clínica del Niño cuando una enfermera le avisó del incendio en el Teatro. Por la tarde, desde su casa, un departamento en 10 entre 51 y 53, veía las llamas emergiendo del techo del majestuoso edificio. El siniestro era de tal magnitud que hasta intentaban ayudar a los bomberos avisando sobre el fuego que crecía sobre la cubierta del edificio mientras trabajaban abajo.

Entonces, vio el daño con dolor y mirada de artista. Lo asoció con la derrota o el naufragio de un viejo y querido navío.

Cosentino donó la obra y fue aceptada por la Provincia tras un dictamen de la cátedra de escultura

De todo ese quizás nació el impulso de la creación. Habló con los encargados de la demolición y logró que le cedieran hierros. Los eligió con paciencia y trasladó a City Bell con ayuda de médicos residentes del Hospital San Martín. En la casa de fin de semana tenía el estudio.

Los descargó y durante un buen tiempo los observó hasta encontrar la forma que el metal, sus formas y su historia le iban sugiriendo. Detalló que construyó andamios y que con la ayuda de sus hijos, en los fines de semana, la fue moldeando.

En palabras del autor, la escultura remite a llamas que buscan el cielo. Ayer, cuando se disponía a disfrutar de la función de anoche del ballet, Cosentino hijo recordó ese vínculo familiar con la obra y el Teatro. “La escultura estuvo hasta febrero del año pasado en la casa de City Bell donde vivo yo ahora”, indicó.

El proceso de instalación tuvo el empuje definitivo en estos años, con intervención de la Fundación Teatro Argentino.

La ceremonia se realizó a media tarde dos horas antes de la función del Ballet Estable que se realizó en homenaje a Cosentino.

 

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