"Ojos de arena": un hijo que desaparece, y el tiempo que se escurre entre los dedos

Protagonizada por las platenses Paula Carruega y Ana Celentano, la nueva película de Alejandra Marino, que se estrenó en salas porteñas y llegará próximamente a Cine.Ar, retrata entre el thriller y el drama a una pareja que busca desesperadamente a su criatura

Una pareja busca desesperadamente a su hijo secuestrado en “Ojos de arena”, nueva película de la realizadora Alejandra Marino (“El sexo de las madres”, “Hacer la vida”) que llegó ayer a algunas salas porteñas y que aparecerá próximamente en Cine.Ar.

Marino narra en el guión escrito a cuatro manos junto a Marcela Marcolini, habitual colaboradora, la historia de Carla (interpretada por la actriz platense Paula Carruega) y Gustavo (Joaquín Ferrucci): ella llevaba adelante una investigación en la fiscalía sobre un caso de trata cuando su hijo es secuestrado, en aparente represalia; en la pesquisa se cruzan con el adinerado matrimonio entre Inés (la también platense Ana Celentano) y Horacio (Manuel Callau), a quienes también le secuestraron a su hija, al igual que a la vidente, interpretada por Victoria Carreras. Entre ellos se cuece una historia que mezcla desesperación con la corrupción estructural y la impunidad.

La semilla de la historia la plantó “una imagen”, cuenta Marino, en diálogo con EL DIA. Filmando un documental en Retiro, “vi pasillos que llevan hacia los hangares de buses internacionales con las paredes cubiertas de fotos de niñes buscades”. El impacto de aquella imagen la llevó a pensar, junto a Marcolini, en esas historias, esas familias rotas, esas casas vacías, “y comenzamos a investigar”.

El resultado es un thriller, una historia conducida por una pesquisa central, turbia y peligrosa, empujada por un tiempo que que se escapa, que se escurre entre los dedos como la arena; un policial que remite “a una larga historia en nuestro país de búsquedas, también de encuentros, que tienen que ver también con desentrañar parte de esa historia”. Pero también es el drama sobre una pareja separada en lo afectivo pero unida por la necesidad de encontrar a su hijo.

“Hay un cruce de géneros”, explica Marino, relacionado a que “hoy tenemos espectadores que tienen la mirada entrenada”: esa fusión “es linda para narrar, no te ciñe a un único camino”, opina la directora, y analiza que mientras “el thriller pone al que mira en la búsqueda, en la búsqueda de saber la verdad, de descubrir, de entrar en el suspenso”, la parte dramática provoca que esa tensión esté arraigada en personajes con los que empatizamos. 

Ese corazón humano del thriller es una de las razones por las cuales, asesoradas por Missing Children y a partir de sus propias conclusiones, las guionistas decidieron construir una película que evitara bajo todo concepto “el morbo, los golpes bajos: para eso están los medios hegemónicos, y es algo que no le hace ningún bien a las búsquedas”. 

“Cuando trabajás con estas temáticas, también hay decisiones que son políticas: ¿qué imágenes son las que cuentan sin necesidad de morbo, de buscar ese impacto? Nosotros tenemos otro tipo de mirada sobre los hechos: como decía Bresson, ‘detrás de los hechos hay una vida más profunda’. Así que buscamos un poco eso, y no el impacto en un cuerpo herido, lastimado, violado… que es algo que circula entre nosotros constantemente, y termina anestesiando la mirada. Por eso buscamos otra manera de narrar”, dice la directora, productora y guionista del filme.

En ese sentido, ¿qué puede lograr el cine ante estas problemáticas? “El cine tiene varias funciones, y no tiene ninguna”, lanza Marino, y sigue: “Cuando elegís un tema para una película, hay algo de responsabilidad: primero, en la investigación, luego, en el encuadre. En cuanto a si puede servir para solucionar esos temas… ojalá que sí. ¿Las películas concientizan? Ojalá que sí”.

Realizada en un equipo con paridad de género y una filosofía feminista que promovió la horizontalidad en el set, “Ojos de arena” iba a estrenarse en abril, cuando la segunda ola cerró otra vez los cines. Marino dice, sin embargo, que no es que estuviera guardando la película para su estreno en salas, y cuenta que, de hecho, se verá de forma online próximamente, como su anterior estreno, “Hacer la vida”.

“Por supuesto que nos gusta el ritual, verla en la pantalla grande. Pero tenerla guardada tampoco tiene mucho sentido: las películas las hacemos para que las vean los espectadores”, analiza, y afirma que “no pienso que una forma sea mejor que la otra: en este momento son complementarias, y tendremos que entender que hay gente que mira las películas en un teléfono celular andando en el subte. Si no, nos vamos a quedar con un cine en un nicho, nadie lo va a ver”. 

“Lo más saludable”, cierra Marino, “sería que tuviéramos cada vez más espacios INCAA que muestren las producciones independientes, que los cines abrieran no solo para las películas pochocleras: el tema de la difusión de nuestro cine lo venimos arrastrando hace muchos años, solo que en situaciones de emergencia, como esta, todo se pone de relieve, todo alcanza como un punto máximo”.

 

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