¿Y si vivimos en una simulación?: por qué “Matrix” siempre está volviendo

La saga de las Wachowski se prepara para estrenar su cuarta parte en un mundo donde algunos fanáticos de la historia tomaron de forma literal su metáfora y creen que vivimos dentro de una ficción, engañados. Una idea que ahora se apropian algunas derechas del mundo

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El trailer de “The Matrix Resurrections”, cuarta entrega de la revolucionara saga de las hermanas Wachowski, rompió internet la pasada semana, mostrando la vigencia del clásico que debutó en 1999: “Matrix” se ha transformado en esos 22 años en símbolo de la lucha contra todo tipo de relatos opresivos, descripta como una ventana hacia un posible futuro liberado de matrices engañosas, revalorizada desde la comunidad LGBTQ por su metáfora sobre liberarse de las narrativas establecidas, aplaudida por su alegoría de las distopías hipertecnologizadas que hemos creado y nos separan del mundo real y analizada desde la filosofía y la religión.

Pero la seminal película de ciencia ficción también engendró una interesante de dosis de las llamadas teorías conspirativas, en particular, una corriente que cuestiona la realidad y defienden que todo lo que vemos es una simulación generada por ordenador: la denominada “teoría de la simulación” es el eje principal de “A Glitch in the Matrix”, último documental del estadounidense Rodney Ascher, que en lugar de tomarse en sorna a este curioso grupo, se sumerge en sus razones hasta hacer temblar la realidad del propio espectador.

Ese es, de hecho, el efecto que tuvo “Matrix” para muchos: un llamado a rebelarse contra todo aquello que, como Neo antes de bajar por la madriguera del conejo, percibimos de forma intuitiva falso, falaz, engañoso: como explica el documentalista Adam Curtis en “Hipernormalisation” (disponible en YouTube), las historias que nos cuentan los políticos sobre el mundo no terminan de explicar lo que ocurre, no cierran.

Curtis dice que en este siglo XXI nos alimentan de historias simplificadas que ocultan la verdad, la matriz del mundo, aunque en realidad en todas las épocas han habido personas que han sentido esa falta de sentido: la sospecha sobre lo real ya está en el mito de la caverna de Platón, y en algunos mitos y tragedias griegos en los que los dioses disponen premios y castigos que están más allá del entendimiento humano. La noción de que nos controlan fuerzas incomprensibles es tan vieja como la civilización; las fronteras entre lo real y lo ficticio se diluyen desde “Don Quijote”.

CICLOS DE DESCONFIANZA

Pero esta sospecha sobre la realidad aparece en momentos determinados de la historia: hay momentos donde adherimos más a los discursos hegemónicos, y otros donde la desconfianza en el sistema crece, se profundiza y se dispara a lugares insospechados.

En los revolucionarios 60 y 70 aparecieron ficciones como “The Prisoner”, jugando entre la ficción y la realidad, en paralelo con el desarrollo de la obra de Philip K. Dick, que en 1977 reveló que lo que escribía era en realidad fruto de ensoñaciones donde accedía a otros mundos presentes, teorizando que habitamos en un universo simulado, uno de muchos. El fin de siglo XX, que cerraba el milenio y presentaba un nuevo mundo aparentemente unificado bajo el paraguas del capitalismo global, sentó las bases para la emergencia de “Matrix”; 20 años más tarde, ha aparecido una nueva oleada de ficciones que juegan con la idea de que todo es simulado, donde los personajes saben o descubren que son ficticios desde la popular “Rick y Morty” hasta la animación japonesa de vanguardia “Sonny Boy”, pasando por el regreso en forma de stencils y street art del clásico de Carpenter “They live” y, claro, el regreso de “Matrix”. Todo, mientras el magnate Elon Musk afirma que “las probabilidades de que no habitemos en una simulación son ínfimas”.

El cálculo es matemático: a medida que la tecnología avanza, el ser humano ha comenzado a simular mundos cada vez más complejos en los videojuegos, inteligencias artificiales cada vez más imbricadas y mundos virtuales completos; si imaginamos un “grado cero” de la humanidad, una realidad base, que alcanzó cierto grado de perfeccionamiento en la creación de mundos simulados, habrá simulado cientos de millones de mundos. ¿Cómo, entonces, suponer que nosotros no somos uno de esos mundos?

“Matrix” vuelve a los cines justo cuando las derechas se han apropiado de su historia de rebelión

 

Para comprender la adhesión a estas teorías, hay que volver a Curtis: discutimos el mundo de hoy con categorías del siglo XX, como se vio en la última campaña electoral, hablando de reformas laborales y revoluciones productivas haciendo caso omiso a la profunda mutación de las condiciones, debatiendo reformas impositivas para corregir el rumbo de la economía cuando las finanzas del país se juegan en abstractas timbas financieras, discutiendo cargos en el gobierno mientras el mundo se prende fuego, literalmente. Las explicaciones sobre el mundo no alcanzan para explicar la realidad que aplasta a millones de personas: la idea de una simulación, como reconoce con valentía uno de los entrevistados adherentes a la teoría de la simulación en “A glitch in the Matrix”, podría ser simplemente una explicación más convincente de este mundo fuera de nuestro control.

“MATRIX” DE DERECHA

Pero ese mundo fuera de nuestro control afecta a los individuos, y como muestra el documental, la teoría, que convierte al mundo en una ficción sin relevancia, es también peligrosa: “Matrix” fue una película liberadora para millones, pero también se la apropiaron jóvenes sin rumbo ni futuro, en general hombres blancos a los que les habían prometido una vida con protagonismo a la que, se daban cuenta, nunca accederían. Como le ocurre a los protagonistas de “El club de la pelea”. Esa frustración se mezcló en algunos casos con otra idea: el fracaso personal se debe a que el mundo está al revés, y son ellos los que están al derecho. Es decir: solo ellos ven las cosas como son, solo ellos ven más allá de la simulación, una idea que llevó a un joven obsesionado con “Matrix” a acribillar a su familia.

“Cuando apreté el gatillo, me quedé muy descolocado porque no era nada parecido a lo que había visto en ‘Matrix’. La vida real era mucho más horrible”, relataba Joshua Cook en una entrevista hecha para el documental desde la cárcel, donde cumple una condena de 40 años.

Si bien terminó declarándose culpable, sus abogados esgrimieron en un principio la “defensa Matrix”, que justificaba sus acciones porque el acusado pensaba que todo era simulado: la defensa fue utilizada por otros perpetradores de matanzas desde entonces.

Algunos políticos de derecha percibieron este colectivo de jóvenes enojados y se apropiaron de “Matrix”: las fuerzas que antes defendían el orden, llaman ahora cada vez más a menudo a la disrupción, a subvertir un sistema de gobierno que todos reconocen en profunda crisis de representación (y también un “sentido común” progresista que señalan como asfixiante y “comunista”).

Así es cómo figuras emergentes, de Donald Trump a Javier Milei, instalaron la idea de “castas” políticas y abonaron de forma informal a teorías conspirativas sobre quiénes controlan los hilos del mundo, y tuvieron gran suceso entre la población joven y sin respuestas; pero incluso de forma más explícita, utilizaron a menudo en sus campañas en las redes sociales la imagen de la famosa píldora azul y la píldora roja. Una idea que comenzó en Estados Unidos y fue replicada en nuestras PASO, con fuerzas de derecha viralizando el poster de la nueva cinta de la saga de las Wachowski donde aparecen las dos píldoras bajo la leyenda: “la elección es suya”.

“Fuck you”, le dijo Lana Wachowski, directora de “Matrix”, a Trump, cuando vio que su metáfora había sido utilizada en Twitter por el ex presidente estadounidense. Quizás en ese momento comenzó a pensar en resucitar su saga, para recuperar ese mito liberador que había caído en manos equivocadas.

 

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