BAFICI: en "Clementina", la magia irrumpe en el tedio pandémico

Agustín Mendilaharzu y Constanza Feldman retratan en una burbujeante comedia sus primeros pasos de convivencia durante la pandemia en la película que filmaron en pleno confinamiento

Pedro Garay

“Clementina” “comenzó con una intuición”, dice Agustín Mendilaharzu, director del largometraje junto a Constanza Feldman, también protagonista del relato de las desventuras de una pareja que da los primeros pasos de su convivencia durante el encierro pandémico, contada a través de un humor cálido, entrañable, y de pequeñas magias que irrumpen en lo cotidiano.

“Estábamos preparando una obra de teatro que iba a ser nuestra primera en colaboración, cuando llegaron las primeras señales de que no se iba a poder hacer teatro por la pandemia”, cuenta Mendilaharzu, teatrista y de larga trayectoria como director de fotografía del colectivo El Pampero, pero que debuta, al igual que Feldman, bailarina y actriz hasta ahora, en la dirección con la película que se presenta por última vez esta noche en la competencia internacional del Bafici. “Empezaron a cerrar los teatros, empezamos a dejar de ensayar”, sigue el realizador, y entonces, la intuición: “Cuando ya se sabía que el Presidente iba a anunciar el decreto que nos confinaba, decidimos ir a buscar una cámara: nos parecía bien tener una cámara en la casa por lo que fuera a durar esa cuarentena”.

“Por si pasa algo divertido, algo que valga la pena registrar”, acota Feldman, que, como la pareja protagónica de la película, especie de alter-ego suyo, no vivía todavía, al menos oficialmente, en la casa de su pareja. De esa circunstancia, de ese encierro súbito en la intimidad, hicieron ficción, juego, y jugando, “filmando sin trípode, solo con una cámara”, comenzó a gestarse “algo”: ese algo fue primero un cortometraje, el primero de los cinco episodios que compone el largometraje que rescata acontecimientos de la vida real y los transforma en una comedia encantada, burbujeante y juguetona, que ficcionaliza avatares surgidos en la cuarentena y en la vida de los directores, pareja en la realidad, con un humor heredero de Tati que involucra trabajos eternos de plomería, ruidos molestos que se transforman en ritmos musicales, juguetes que cobran vida, sesiones de Zoom y todo ese tedio del encierro pandémico.

Pero “la gente de El Pampero nos dijo que había que hacer algo más, que cómo iba a hacer un corto a los 40 años, que esto presentaba un personaje, un universo”, y así emergió un segundo cortometraje sobre Clementina: estos dos primeros episodios se subirían a la plataforma Kabinett, y seguirían un tercer cortometraje, un cuarto, un quinto, y para entonces la continuidad apuntaba el proyecto hacia el largometraje. Y, además, “los cortos ya estaban completamente fusionados con nuestra vida”, cuenta Mendilaharzu. 

“En el medio nos iban pasando un montón de cosas, y todo el tiempo estábamos filmando: todo lo que nos pasaba lo filmábamos y tratábamos de organizarlo en forma de ficción”, agrega, mientras, de la misma forma, la realidad irrumpe en la charla por Zoom: el perro de la pareja, que participaba desde el fuera de cámara mediante ladridos, ahora besa a sus dueños-padres mientras hablan.

Y ese fue el proyecto de “Clementina”, construir con lo que había a mano en ese momento donde el acceso a su actividad estaba vedado, prohibido. La ficción invadió así la realidad: esa casa que se vislumbra caótica y desordenada, plagada de muñecos viejos y algo espeluznantes que miran desde esquinas en estado de abandono en el primer episodio, en el que Clementina explora esa casa ajena de su pareja en la que tendrá que vivir el confinamiento, “estuvo montado así durante mucho tiempo, vivimos con ese living así. Teníamos la casa completamente invadida, el proyecto se había adueñado de nuestra vida”, comenta Feldman.  

Cuánto del descontento de Clementina ante esa casa ajena habitada por extrañas criaturas de plástico fue el de Feldman al habitar la casa de Mendilaharzu, no lo confiesa, aunque el teatrista cuenta que “los muñecos ocupan un lugar secundario en mi vida ahora: antes tenía la casa muy ordenada, estaba muy claramente establecido el lugar de cada uno de los muñecos. Ahora hace un montón que no compro un muñeco, es como si hubieran llegado a mi vida para actuar en ‘Clementina’, ya no habitan la casa con la potencia con que habían habitado mi departamento. No es más la casa de los muñecos”.

Una nueva circunstancia del mundo real marcó el final de la película: se tuvieron que mudar. “A Agustín se le terminaba el contrato en el departamento: eso nos dio una fecha límite, se acababa el set de filmación”, dice Feldman, “y nos pareció bueno que todo terminara con una mudanza”, agrega Mendilaharzu.

Ya en otra casa, sin posibilidad de volver a filmar escenas, los cinco cortometrajes fueron puliéndose, tomando forma de largometraje, un formato que le interesaba más a la dupla. “Por ahí suena algo snob”, dice Mendilaharzu, “pero le pusimos mucho trabajo a lo formal, y a veces la gente, cuando ve series, las ve con un ojo interesado solo en el argumento, en las actuaciones, no mucho más que eso. El público de cine, más el público de Bafici, está más atento a ese tipo de procedimientos a los que le pusimos tanta garra, entonces sentíamos que había una parte de lo que nos habíamos propuesto con nuestro trabajo que no había encontrado su público, y ahora en esta versión cinematográfica sentimos que sí”.

“Cuando aceptamos alegremente lo de la serie, sabíamos que nuestra serie iba a ser una serie particular, que no se iba a parecer a una serie de Netflix”, sigue el director. “Pero quizás subestimamos el poder de la palabra “serie”, lo que se arma en la cabeza del público cuando le decís que estás haciendo una serie, es muy difícil que se corran de ese imaginario. Entonces quedamos un poco encuadrados en una etiqueta que para lo que pretendíamos era un poco peyorativa. Dicho esto, estamos cero a favor del público exclusivo, y la película es una película que puede ver cualquiera: no es un argumento a favor de cierto elitismo, pero sí es un tipo de objeto que requiere del espectador una concentración distinta”.

En ese sentido, dice Feldman, “cuando se estrenó online, fue una sensación de mucho vacío: estábamos en pijama viendo los views… Y para colmo, estamos muy poco vinculados con la cosa tecnológica, somos bastante analógicos”. Ahora, explican los dos, su proyecto se está viendo como pretendían, en pantalla grande.  

La desventaja es que “el tiempo pasó. El precio que pagamos por entregar una película con el escrupuloso acabado técnico que tiene ‘Clementina’ es que se separó mucho del momento en que la filmamos: cuando publicamos los primeros capítulos más cerca, había un impacto más grande de la proeza de haber hecho una comedia en esos tiempos tan oscuros, haber abordado ciertos temas desde la comedia, haber filmado con un despliegue cinematográfico en el encierro de la casa. Ahora parece que todo el mundo ha hecho comedias pandémicas, ya no es más novedosa”, comenta, entre risas, Mendilaharzu.

cine
Bafici
El Pampero

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE