Los motociclistas nocturnos y el oficio de no dejar descansar a los demás
Edición Impresa | 24 de Julio de 2022 | 02:19

Centenares de motociclistas recorrieron, en horas de la medianoche y de la madrugada de ayer calles del paseo del Bosque con los escapes libres y las ruidosas aceleradas de sus vehículos, completamente desinteresados del sueño de los vecinos y también del descanso de los pacientes internados en el cercano Instituto Médico Platense.
Otra verdadera marea de motos -basta ver los videos en la edición web para justificar el uso de esa expresión- se presentó también, a esas mismas horas, en la plaza Castells de Villa Elisa, suscitándose allí las mismas protestas vecinales.
“Corren picadas entre el arco del Parque Pereyra y el Parque Ecológico. Cuando la Policía o la Municipalidad hacen operativos, se esconden adentro de la plaza Castells, porque no tiene luz”, indicó uno de los vecinos que habló con este diario.
Sean caravanas lentas o picadas en las que los motociclistas ponen en riesgo su vida y la de terceros, el suplicio de las motos en la noche no sólo no encuentra fin, sino que se viene reproduciendo en distintos lugares de la zona.
Todo el distrito, entonces, sirve como escenario para llenarlo de ruidos molestos y de actitudes temerarias, cuando no para cometer de paso algunos delitos y toda clase de desmanes.
A las invasiones nocturnas de motos aquí mencionadas, se suman las que se siguen presentando en la plaza Malvinas, en el barrio Don Carlos, en otros sitios de Hernández.
En la última semana se conocieron reclamos con pedidos de medidas en el perímetro enmarcado por las calles 501 a 508, desde la 128 a la 141. También surgieron quejas desde 148 y 515, tal como suele ocurrir a lo largo de la avenida 520 y en otras calles. En muchos casos, como el más reciente, se habla de la concentración de unas 300 motos.
De modo tal que miles de vecinos, sometidos durante la jornada diurna al natural peso de las fatigas laborales, a las angustias que puede causarles la crítica realidad económica, en horas de la noche no pueden dormir porque un grupo de personas se sube a su moto y sale a “divertirse” acelerando los vehículos e impidiéndoles el sueño. Todo, claro está, sin que las autoridades -sean las policiales, las municipales o provinciales- atinen a realizar ningún tipo de control efectivo.
La realidad viene indicando con elocuencia que tanto el parque de motocicletas como el manejo de estos vehículos en la Ciudad reclama de una política integral, que apunte a garantizar no sólo la tenencia legal -esto significa, con los controles comunales pertinentes-, sino una mucho mejor concientización de los conductores en el cumplimiento de las leyes y ordenanzas vigentes.
El caso de la contaminación sonora no debiera revestir mayores secretos para los inspectores y policías: se trata sólo de retirar de las calles a las motos que superen los límites de ruido admisible. Ello, sin perjuicio de recordar que, lamentablemente, las estadísticas de siniestralidad con este vehículo muestran, año tras año, cifras demasiado trágicas y altas.
En recientes ediciones este diario publicó un informe revelador sobre la creciente participación de las motos en todo tipo de incidentes viales.
Está claro que recae una primera y gran responsabilidad sobre las autoridades de control del tránsito y de la Policía bonaerense, que deben redoblar sus esfuerzos para fiscalizar el desplazamiento de las motocicletas y lograr que se generalice entre quienes las conducen el estricto cumplimiento de las leyes.
No es cuestión de oponerse en modo alguno al uso de motocicletas, sino de impedir que se las utilice para molestar a los demás.
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