En horas nocturnas no puede fallar el servicio de colectivos en la Región

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Una nota publicada ayer en este diario reflejó testimonios de muchos vecinos que señalaron que llegar a tomar un colectivo en horas de la madrugada es una tarea que les reclama mucho tiempo y paciencia, sin dejar de mencionar altas dosis de coraje ante la inseguridad reinante. Se trata, aseguraron, de un fenómeno que se presenta hace años en la Ciudad.

Tal como dijeron, el problema no distingue líneas de ómnibus ni zonas de la Región ya que todos son se ven afectados por este flagelo que, últimamente, obliga a muchas personas a planear con suma rigurosidad la vuelta a casa, a través de servicios que suelen ser muy azarosos cuando no inexistentes.

Una vecina de Villa Elvira indicó que los tres ramales que van por avenida 13 y sirven a esa zona “cortan cerca de las 22 y después sólo quedan los que van por avenida 7. Las noches en que se me hace tarde yo debo tomar los que van por 7, pero vivo por 14, de modo que debo caminar sola siete cuadras...es un gran peligro”. Ejemplos similares se dieron desde otros barrios.

Una cosa es la caída de frecuencias que ocurre, por ejemplo, durante las vacaciones de invierno. En esas jornadas miles de usuarios soportan largas demoras en las paradas –pocas se encuentran en buen estado y, finalmente, no están previstas para albergar a tantas personas- hasta que llegue finalmente alguna unidad.

Sin embargo, en julio pasado se señaló en esta columna, reflejándose también la consistente opinión de no pocos usuarios, que la baja de frecuencia de los colectivos ya se viene notando a lo largo de los doce meses del año.

En los casos que aquí se mencionan, relacionados a las frecuencias nocturnas de las distintas líneas, las opciones para los potenciales pasajeros son muy escasas: o se adecuan a los “tiempos” de las empresas o se deciden a ir caminando, lo cual supone imposibilidades para la gente mayor de edad e inseguridad para todos. La única alternativa es la de sentarse en las paradas y aguardar que se produzca el milagro, consistente en la aparición de algún colectivo que los lleve a casa.

Se ha dicho ya en numerosas ocasiones que muchas actividades –y sobremanera las que responden a concesiones del Estado- para determinar la regularidad de los servicios no dependen de los distintos picos de la demanda. En todo caso, se plantean reducciones ajustadas a los horarios. Ello, sobre la base de que un servicio que es de naturaleza pública debe seguir funcionando a lo largo de todo el día y todo el año, de modo de cumplir con sus clientes en forma cabal.

Al igual que siempre, debe volver a señalarse que el de los colectivos es un transporte público, tercerizado en su explotación y, además, subsidiado por el Estado para que la rentabilidad le cierre, con base en cálculos que seguramente toman en cuenta el promedio diario y anual de la actividad.

No existe justificación alguna para que los pasajeros queden varados largo tiempo en las paradas o para que, en horas de la noche, cueste un triunfo conseguir que pase un colectivo. El problema debe ser resuelto de manera inmediata por las empresas concesionarias y, de ser necesario, por los organismos del Estado a cargo del control de estos servicios.

 

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