Llegó a La Plata tras sobrevivir a un campo de concentración, se convirtió en el luthier y afinador de Piazzolla y Troilo
| 9 de Marzo de 2023 | 14:47

Luiggi Stermieri nació el 18 de mayo en Carpi, un pueblo que actualmente tiene 71.000 habitantes y, al día de hoy, sigue siendo pequeño. Se encuentra al norte de Italia, en la provincia de Módena.
Venía de una familia con cinco hermanos. La realidad no era fácil, las cuentas apretaban y había muchas bocas que alimentar.
Luiggi creció y siempre mantuvo su amor por la música, hasta en los momentos más difíciles. En 1939 llegó la Segunda Guerra Mundial, que duró hasta 1945. Alemania invadió Polonia. Todo el territorio europeo y las grandes potencias mundiales, como Estados Unidos, se vieron involucradas. El conflicto bélico se cobró la vida de más de 70 millones de inocentes.
Cuatro años después, fue prisionero en el campo de concentración fascista de Carpi y una de las 17 personas que sobrevivieron al horror.
El campo de concentración nazi fue instalado en Fossoli, un distrito a 20 kilómetros de Módena. Funcionó desde enero de 1944 hasta agosto de ese año y desde allí, los judíos atrapados en Italia era trasladados a los campos de exterminio de Auschwitz.
Por tantos lugares lo llevó el camino que, después de la 1° guerra mundial, Luiggi fue aviador.
Sus seis nietos -entre otros- son los que mantienen viva la memoria de este hombre que pasó por los duros golpes de la vida, el escarnio de la guerra, un campo de concentración y aún así, pese a todo, siempre mantenía la sonrisa.
El amor de su vida
Fue la música la que, a pesar de las tristezas, lo acercó a Rina, el amor de su vida.
“Iba de puerta en puerta, en bicicleta con su acordeón y le tiraban unos pesos por animar a las familias”, recordó su nieto. En una de esas tardes se cruzó a Rina. Regresó a su casa, tomó papel y lápiz y volvió a buscarla pero, esta vez, con una sorpresa.
Le entregó en la mano la partitura de “Vestido rosa”, la canción que se imaginó en el mismo momento en que la conoció y se enamoró.
‘La nonna’ era, en las palabras de su nieto: “La mujer de un bohemio. Detrás de todo, había un motor que era ella”. Se encargaba de todo en la casa “porque poco podía durar la plata en la cabeza de un artista”.
Una ilusión
La familia Stermieri arribó a La Plata por esas cosas del destino. La economía estaba cada vez peor. Su amor a la música le hablaban en un oído y en el otro, escuchaba resonar las dificultades monetarias que había dejado la guerra.
Luiggi y Rina habían elegido ir a Australia pero, el día en que iban a comprar los pasajes, recibieron una carta. Era la hermana de Luiggi, doña Lara, quien ya vivía en La Plata. En esa carta decía: “Si estás pensando en irte, vení”.
Fue lo que necesitaba para decidirse. Salió en busca de los boletos con otro destino muy diferente al original, al que iban a llegar en el barco “Santa Fe”, uno de los que hacía los largos y cansadores viajes de un continente a otro.
La familia abordó la embarcación en el Puerto de Génova. Solo traían esperanzas y su amado acordeón. “Fue un mes. Como en Titanic. En la bodega de la tercera clase, todos vomitando, empobrecidos por las miserias de la guerra”, describió Jorge Stermieri, su nieto y primer argentino de la familia -su padre era italiano y su madre es española-.
En aquellos tiempos, los inmigrantes hablaban de “ir a hacer la América”. Había “tierras prometidas” y podían llegar a Estados Unidos, Brasil o Argentina, por mencionar algunos destinos.
De hecho, Luiggi desembarcó con “pasaporte de agricultor” en octubre de 1954, porque era el oficio que se buscaba. Pero supo en su interior -y luchó por eso- que su vida era dedicarse a la música. Era músico, compositor y afinador: “Vino queriendo trabajar de lo suyo. Su pobreza (en Italia) tenía que ver con la guerra pero también por su oficio”.
“Él no quería entregarse. Quería vivir de eso”, mencionó su nieto con emoción.
Uno de los primeros recuerdos del hijo de Luiggi, Franco, describía cómo era la situación económica en Italia y se emocionaba al rememorar cuando bajaron del barco y les dieron de comer "un sanguche de jamón crudo". En ese contexto, con días interminables rodeados de mar, el hambre que castigaba en todo el mundo, esa comida era oro en polvo.
Desembarco
La llegada a La Plata se hizo esperar un mes. Desde Buenos Aires a la capital de la Provincia arribaron en “uno de los primeros ómnibus”. Su hermana lo esperaba para abrirle la puerta de su casa, donde la familia vivió un tiempo hasta que pudo comprarse su pedacito de tierra, a una cuadra. Altos de San Lorenzo había ganado un hombre incomparable, pero aún era temprano para saberlo.
Se instalaron en 72 entre 25 y 26. Su primer trabajo fue en Minoli -que años más tarde se convirtió en Indeco- pero no duró mucho allí. Al año siguiente de llegar, en 1955, ya estaba trabajando de luthier. La primera parte de ese sueño estaba cumplido.
Su otro hijo, Juan Carlos, tenía en esa casa de 72 una carpintería que luego sería un emblema platense: la primera en fabricar puertas plegadizas. Detrás, Luiggi había armado un taller donde trabajaba con sus amados instrumentos. Jorge, para ese entonces, pasaba todas las tardes con él, escuchando sus historias, enseñanzas, acompañándolo a todos lados.
Gracias a su talento y a que tenía el don del oído absoluto, se hizo conocido en La Plata y Buenos Aires. Aníbal Troilo, Astor Piazzolla son solo algunos de los protagonistas de esa Época Dorada del tango que iban a buscarlo por su talento: “Solo dejaban que él toque sus instrumentos”. Si no se los acercaban a la casa en La Plata, Luiggi y Jorge tomaban el Tren Roca y los iban a arreglar a sus hogares o sus estudios.
Además, era el único que afinaba el órgano de la Catedral platense. “Toda la vida se dedicó a escribir, a tocar el acordeón a piano o cromático o a reparar instrumentos, sobre todo bandoneón y acordeón. Empezó a componer a los 12 años”, mencionó Jorge.
Ni Luiggi ni Rina escondieron su tierra natal. Pudo volver una sola vez, durante dos meses, gracias a un acto sin comparación de Juan Carlos, su hijo: le compró la casa “aunque luego la heredaría” y le dio el dinero para que Luiggi pase dos meses feliz. “Nunca se olvidaron de Italia pero él era muy platense. Pasó 46 años acá. Siempre decía que era la tierra de sus nietos”, afirmó Jorge.
Fue Jorge quien escribió el libro "Música del Alma" en honor a su abuelo y quien sueña con "ver plasmada la historia del nono en una película".
Vivió la mitad de su vida en Carpi y la mitad en La Plata. Falleció en su casa de Altos de San Lorenzo, a los 93 años, rodeado de amor, recuerdos y logros que se llevó con él, como el talento inigualable para afinar con su oído absoluto.
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