Martín Farina filma los vericuetos del pensamiento en "Los convencidos"
| 6 de Agosto de 2023 | 01:45

La discusión, el debate, es una tradición milenaria. Y a los argentinos nos da la sensación de que la honramos muy bien: la discusión con familia, con amigos, es, al menos, una pasión nacional.
Hacia allí gira su cámara esta vez Martín Farina en “Los convencidos”, que tras su reciente paso por el Cine Select de nuestra ciudad se presenta en el Festival de Cine de General Pico: son cinco episodios donde amigos y familia discuten sobre negocios, películas, estafas, desarrollando el arte de discutir con la inobjetable sensación de tener razón.
“Los protagonistas darán todo por ganar sus pequeñas épicas batallas”, se ríe el comunicado de la película de Farina, que nació como un desprendimiento de “Los niños de Dios”, su anterior largometraje. En diálogo con EL DIA, cuenta que filmando a su prima, protagonista de “Los niños…”, apareció algo que “no tenía la naturaleza que buscaba en ese proyecto, algo distinto, casi contrario”.
Esa conversación “inauguró dentro mío una manera distinta de percibir las voces, la gestualidad: eso me entusiasmó, me interesó desarrollarlo. Cuando me pasa eso”, se ríe, “siempre me meto en un quilombo: me interesa algo que está pasando, no es algo que haya buscado, pero me gustaría seguir indagando sobre eso…” Fue hacia el pasado. Encontró viejas filmaciones de otras películas, descartadas, donde aparecía ese retrato del diálogo. Así fue apareciendo “Los convencidos”, una película hecha de cinco episodios en los que alguien quiere convencer al otro. “No hay una unidad” entre los debates, pero sí están unificados por el blanco y negro, y también por una forma de construir un punto de vista desde el rodaje y el montaje.
- Es una época de mucha discusión y mucho convencido, pero me parece que una cosa es la conversación en redes, donde todo es como una burbuja, y otra esto de la conversación cara a cara, gente mirándote y tratando de convencerte. ¿Querías un poco registrar eso que por ahí se está, medio, perdiendo?
- En esto que decís, se abren un montón de interrogantes que me interpelan. Pensaba: ¿en qué se diferencia esto que quiero hacer de la radio, de la televisión, por qué pienso que esto no es información, que es otra cosa? Yo creo que hacer una película es pensar sobre la forma en que se hace: la forma da sentido al contenido, están indisolublemente ligados. Por eso, cuando uno ve la televisión, se ve arrastrado por esa marea: uno sabe que hay intereses, de los presentadores, de los medios, que no están explicitados. pero vive en ese lenguaje. Lo que creo que no pasa acá es justamente eso: los intereses son por la forma cinematográfica, y la organización de los discursos, los tiempos, las pausas, nos permitían vivir ese tiempo de quilombo, esa discusión cotidiana, de una manera reflexiva. Nosotros nos apropiamos de ese tiempo. Los episodios son distintos, no surten el mismo efecto, pero sentía que se podía pensar y atrapar un poco la lógica de la realidad a partir de la forma cinematográfica, de los silencios, las pausas, los negros, el orden, esa construcción que se sirve de ese material caótico de la discusión. Yo no quiero ayudar a nadie a pensar, pero creo que el cine, entre tantas producciones audiovisuales, puede ofrecer algo distinto. El lenguaje audiovisual está tan tironeado por tantos dispositivos, que me pregunto, ¿qué es el cine, dónde lo encuentro? Este es un retrato precario de la realidad, pero siento que hay momentos donde uno se puede conectar con esa pregunta en donde el lenguaje cinematográfico tiene algo para dar, que no da otro lenguaje.
- Leí en una entrevista que la película tiene un trabajo de montaje muy importante, lo cual me sorprendió: viéndola me dio la sensación de que era un documental más bien naturalista, donde la cámara corre. Imagino que el trabajo de montaje tuvo que ver justamente con desarmar y volver a armar la conversación desde el lenguaje cinematográfico.
- Hace poco escuché que iban a meter estructuras de ADN de un mamut en un elefante, para que eso vuelva a dar un mamut. A mí, lo que me pasó con estos fragmentos de discusiones, es que algunos tenían hasta 15 años, estaban en películas anteriores, y no había encontrado en su momento un diálogo que fuera fructífero, que tuviera un sentido global, de película. Pero a medida que sigo filmando y pensando el cine a través del montaje, esas estructuras empezaron a poder ser recuperadas gracias a que estos otros fragmentos también existían. El montaje me sirvió para vincular todo, actualizar desde el presente conversaciones, pedazos que no habían tenido en su momento buen destino. Por eso creo que el montaje parece naturalista, porque a través del tiempo se ha ido consolidando una manera de filmar, de escuchar a los protagonistas.
- “Los convencidos” parece retomar un tema que aparece en tu cortometraje “El brazo de WhatsApp”, que es una discusión entre amigos. Pero en ese corto discuten sobre los motivos de tolerancia y exclusión de algunos miembros de un grupo de WhatsApp, parecía reflejar cierta la beligerancia microscópica que nace de los signos políticos de la “grieta”; en “Los convencidos” la grieta no parece ser el centro, parece una película de sentidos más abiertos.
- Uno de los episodios que quedó fuera de la película, quedó fuera de la película por ser tan de grieta, y se convirtió en su propia película, en ese corto. Lo que se volcaba demasiado hacia una postura en ese sentido no dialogaba con “Los convencidos”: para mí, sì, es una película es más de sentidos abiertos. Es una película sobre el pensamiento. Yo tengo una especie de obsesión por tratar de entender a los personajes que filmo, a cualquiera en realidad. Capaz es por tantos años de análisis… Lo que quiero es tratar de entender las secuencias narrativas, que para mí son casi de ADN, con las que hablamos todos los días. En qué momentos hacemos pausas, en qué momentos cambiamos de tema… Yo filmo sin guion, mucho tiempo, y cuando edito a los personajes me encuentro buscando la lógica en la forma de hablar de una persona. Es muy notable cómo cada persona organiza su temporalidad a partir de los quiebres del lenguaje. El proceso del pensamiento es un proceso tan extraño, que tengo la fantasía científica de decodificarlo en un montaje, de ver cómo una persona piensa, qué aparece y qué se oculta. Para mi el cine es fantástico: es tan importante lo que se dice como lo que no se dice. En esta película me interesaba explorar eso, cómo convive esa elaboración doble, lo que se dice, lo que se oculta, lo que no se sabe que se dice, esos procesos hasta contradictorios que conviven. Por eso, por momentos una conversación es caótica, indescifrable, y de repente clarifica para algún lado. El pulso de la vida en el sentido más concreto: esa es mi fantasía de máxima, capturar el pensamiento en toda su dimensión. Y creo que en ese afán de totalidad, medio ridículo, la película se sirve del humor para poner en evidencia el propio fracaso de su propósito.
- Tras su paso en el Bafici, la película tuvo su estreno en salas, pero como le ocurre mucho al cine argentino, son estrenos en pocas salas, que duran poco tiempo, y corren el riesgo a menudo que después de tanto trabajo, años de trabajo, del cineasta, se disipen… ¿Cómo convivís con esta situación de las pantallas?
- Es algo que me tiene resignado, un poco abatido. Algo entregado. Lo vivo con mucha desilusión. A veces pienso que quizás las estrategias de difusión nuestras no fueron positivas, pero después pienso, tuve distribución con casi todas las películas, tuvieron un circuito… No sé si es por la cantidad de películas que se producen en el país, más de 300 con apoyos oficiales, no sé si son muchas películas para pocos espacios… No termino de entenderlo, la verdad. Tengo la sensación de que son películas que si tuviesen la posibilidad de acercarse a distintos públicos serían bien recibidas. Por eso es más frustrante. Hoy, lo siento como un acta de defunción del cine como lo conocemos, pero siempre se está reinventando igual.
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